Rebelión en la granja
Me resulta difícil escribir esta columna con el tema que invadió mi mente, y bueno, mente invadida porque durante esta semana leí el Best Seller de George Orwell que lleva este título y a quien le pido permiso para usarlo. Es un libro cuyo relato es falso, mera invención del autor y típica fábula donde los animales hablan y son los protagonistas de la obra, cada uno de ellos representan distintas ideas políticas que los llevan a rebelarse y deciden liberarse del yugo de los seres humanos. A partir de esa liberación fundan una pequeña sociedad en la que las personas no son bienvenidas, esa comunidad colaborativa en un inicio poco a poco va convirtiéndose en otra cosa muy distinta, pues paulatinamente los animales líderes —en el libro algunos cerdos— que están al mando del movimiento se convierten en abusadores de poder e injusticias. Se ve como el mando corrompe a los que lo poseen, llevándolos a una avaricia, discriminación y traición impresionante, engañando a los animales que les seguían y de esa manera afianzando sobre ellos su poder. Al inicio para organizarse mejor redactaron siete mandamientos, pocos animales sabían leer, entonces los lectores daban a conocer lo que estaba escrito a los que no gozaban de ese conocimiento. Uno de los mandamientos dictaba: “no consumir bebidas alcohólicas” y otro versaba “ningún animal matará a otro animal”, todos estaban de acuerdo.
Conforme el tiempo pasaba, algunos animalitos se dieron cuenta de que las cosas no eran como al principio habían prometido que serían, algunas cosas no se cumplían o mejor dicho se cumplían haciendo absolutamente todo lo contrario.
Vale la pena mencionar que al inicio de la rebelión les enseñaron estribillos que les generen identidad y pertenencia como “cuatro patas sí, dos patas no” —haciendo alusión a la sublevación ante la opresión humana—. Ese estribillo no duró mucho, pues el relato termina con el estribillo modificado a “cuatro patas sí, dos patas mejor”, pero ¿saben qué es lo terrible? Que los animales no se daban cuenta de esa transición.
Es más, los mandamientos sufrieron algunos complementos que pasaban inadvertidos pero que marcaban toda la diferencia en las decisiones a tomar: “No consumir bebidas alcohólicas, en exceso” o “ningún animal matará a otro animal, sin motivo”. Esas dos cortas palabras incluidas eran la llave para otorgar el desbande de todo, pues sacrificaron algunos animales que no estaban de acuerdo con lo que estaba pasando.
Este libro representa una crítica social, desde ya el autor quiso mostrar como nosotros los humanos nos movemos de esa manera, no prestamos atención a la letra chica, no nos afecta la currícula de un colegio si es que no tenemos hijos en ellos, no nos damos cuenta que la “x” aparentemente inofensiva que reemplaza una “a” o una “o” en una palabra denota una corriente que mañana nos llevará a la confusión total, no es lo mismo decir, “todos, todas o todxs” —desde ya, no sé ni cómo se lee la última—.
No quiero hacer una apología de creencias que posiblemente no todos compartan, lo que sí quiero hacer notar, es que las ideas se van introduciendo sagazmente a partir de unos cuantos a todos, al principio parecen buenas, luego no tanto pero ya nadie cuestiona, incluso se empiezan a normalizar algunos vocablos que luego se convierten en comportamientos comunes.
Me asusta pensar que nuestra historia puede terminar como la de esa granja, sin poder discernir quién era cerdo y quién era hombre (textualmente termina con esa frase).
Nota: Este escrito es solo un resumen de un libro que me llevó a reflexionar y que invita a los lectores a hacerlo desde su propia perspectiva e interpretación.