Combatir las falsificaciones
Un simple operativo ejecutado en La Cancha, el mercado más concurrido de la ciudad de Cochabamba, bastó para poner en evidencia cómo los puestos de venta están repletos de lápices, colores y marcadores falsificados que se venden como originales y que impactan negativamente en las industria nacional y los importadores legales.
Los falsificadores se valen del reconocimiento de la marca para ingresar fácilmente al mercado y ganarse a los consumidores que aprecian la marca original y difícilmente notarán las diferencias con el adulterado.
Si bien hay formas para detectar un productos falsificado, así sea un lápiz o una zapatilla, el factor clave suele ser el precio, pues, un falso se vende a un costo mucho menor.
Aquel control detectó, además, que las cajas de colores falsificados que eran comercializados con una marca reconocida por su calidad contienen componentes dañinos que puedan representar un peligro para la salud humana.
“Estos productos presentan una composición con trazas de cadmio y plomo que son elementos que pueden dañar la salud de los estudiantes o de las personas que vayan a utilizar ese tipo de productos”, advirtió el jefe de Defensa del Consumidor, citado en una noticia publicada en Los Tiempos.
La justicia en Bolivia sanciona con una pena mínima de tres años de reclusión a los falsificadores de marcas y obliga a la reposición económica del daño causado. A ello se suman las acciones inmediatas que asumen Defensa del Consumidor y la Intendencia que son el decomiso con una pérdida total para los comerciantes que ofrecen estos productos observados.
Se trata de un delito aún poco combatido que cada vez es más frecuente y se normaliza en los centros comerciales. Por eso, antes de que el problema se torne en una avalancha difícil de controlar es necesario hacer cumplir las leyes que prohíben la producción y venta de artículos falsificados.
Además, se debiera concienciar a los consumidores alertándolos de los riesgos que muchos productos pueden representar para su salud, especialmente, para los niños.
Las empresas y el Gobierno tendrían que alentar la valorización de los emprendimientos nacionales y locales que generan fuentes de empleo y tributos en un contexto cada vez más adverso y que deben ser protegidos de la amenaza que representa la falsificación a gran escala.
En el mundo hay ejemplos creativos como las redes de protección de marca que pueden comenzar a replicarse para frenar este delito en auge.
Esa ilegalidad es perjudicial para los Estados pues se pierden millones en tributos que podrían destinarse a escuelas, caminos, servicios básicos y hospitales.