La IA y la democracia
Las Inteligencias artificiales (IA) ya controlan varios procesos fundamentales de la economía mundial y también son parte de los quehaceres cotidianos de las personas. En la educación, la ciencia en general e incluso el periodismo su uso es ya inobjetable.
El escritor judío Yuval Noah Harari publicó hace poco Nexus, una obra que reflexiona sobre la IA. El autor de Sapiens y 21 Lecciones – ambas best seller, como todos sus libros- nos introduce en esta su última obra en la estructura general de producción y gestión de las redes de información en la historia para entender, desde su perspectiva, por qué la IA es la creación más peligrosa de la humanidad.
El texto-disponible en PDF- tiene tres partes y 11 títulos (según la versión a la que se acceda) Las dos primeras, las más largas, hacen un repaso de la forma en que la humanidad ha creado redes de información para solucionar sus principales problemas y, en general, afrontar con ellas los obstáculos económicos, sociales, culturales y políticos. El repaso -largo y detallado, por cierto- concluye señalando los riesgos que las IA y los algoritmos podrían generar si son utilizadas por estados autoritarios o si ellas mismas podrían generar un imperio digital bajo su control.
El libro es largo e interesante, y tiene, para el limitado criterio del autor, muchos vacíos y contradicciones, como el de señalar que las “corrientes autoritarias” del siglo XX, como el nazismo y el stalinismo, fueron “errores trágicos” de las personas que creyeron en un relato equivocado, dejando en segundo plano las condiciones económicas e históricas y otros temas estructurales, como el racismo y las clases sociales.
Por lo abultado del libro, centraré el comentario en la última parte, que se refiere a las democracias.
Para el israelí, lo que diferencia a los humanos de los animales es que nosotros podemos crear enormes redes de cooperación basadas en relatos o ficciones. Y el pegamento de estas redes es la información. Esta es, de manera muy resumida, la base de su tesis.
Así, en diferentes etapas de la historia, tenemos grandes redes de información, como la Iglesia, los estados o las ideologías, que unen a miles de personas sin necesidad de que tengan un contacto directo. Se trata de una realidad “intersubjetiva” que cohesiona a la gente a partir de un relato ficcional, como Dios, las leyes o el dinero.
Harari es un demócrata. O al menos, cree que este sistema es el mejor que tenemos para resolver nuestros problemas. Por ello, señala que este nuestro tiempo se debate entre dos grandes redes: la democracia y el totalitarismo. En esta pugna, los algoritmos y la IA pueden jugar un papel definitorio.
La democracia es una red de información abierta y descentralizada, mientras el totalitarismo es centralizado y cerrado. La información y las decisiones circulan, en la primera, por varios canales y tiene varias fuentes; mientras, en la segunda, solo hay una vía y una fuente de información.
La hipótesis de Harari es que las IA y los algoritmos tienden a centralizar la información y son poco controlables, por lo que pueden ser armas muy poderosas para los regímenes totalitarios, que encontrarían en esta tecnología el mecanismo soñado para gestionar bajo sus fines cualquier sociedad.
Otra hipótesis es que las IA podrían generar varios “imperios digitales” que dividirían al mundo bajo una “cortina de silicio” tecnológica, separando a los humanos en grandes naciones, aisladas unas de otras, por medio de la tecnología.
Harari no descarta que las IA y los algoritmos terminen imponiéndose a la humanidad y generen su propio sistema político tecnológico, ya que tienen la tendencia a asumir el control.
Pero hay esperanzas, dice Harari, porque los humanos siempre hemos tenido la capacidad de generar medidas de control y regulación desde nuestras redes de cooperación. Para esto, se necesita voluntad política. ¿La tenemos?
El autor es periodista
Columnas de NELSON PEREDO