Crónica de una enfermedad crónica
Mitómano, vengativo, déspota, bellaco, bribón, desleal, cobarde, antidemocrático, tramposo, antiético, demagogo, inmoral, egoísta, autócrata, manipulador, desclasado, traidor, perverso y pedófilo. ¡Sí, definitivamente estás muy enfermo!
Mira, te cuento. Para los clásicos sofistas del siglo de oro en la antigua Grecia, saber ejercitar el doble discurso consistía en hacerse expertos en el arte de la confusión, la contradicción y el relativismo de los hechos y el conocimiento.
Protágoras, acaso uno de los sofistas más prominentes, insistía con que siempre era posible elogiar y reprochar a una misma persona sobre un idéntico hecho en que ese individuo estuviera cuestionado sin que pasará mucho tiempo entre ambas acciones, si se lograba esto con éxito, entonces ya se estaba preparado para ejercer la política. La ejecución efectiva de un doble discurso, determinaba, pues, el arte de hacer política y de embaucar con mayor o menor virtud a una persona o un grupo de personas.
"Si yo gano, es preciso que por haber ganado me entregues los honorarios; si tú ganas, por haberse cumplido la condición, también deberías pagarme." Esta anécdota de Protágoras con uno de sus discípulos resume, esencialmente, ciudadano enfermo, el descarado discurso político de doble fondo que jamás dejaste de cultivar y de poner en vigencia, más aún en estos tiempos en los que continuamente dices lo que se te ocurre siempre y haces lo que te da la gana.
Eso fue lo que hiciste durante 14 años, En medio, desde luego, la primera víctima era (es) la verdad. Tu consigna de capataz es; haz lo que digo, no lo que hago.
Siempre he creído de vives en una constante dualidad, una suerte de ambigüedad voluntaria que te obliga a decir una cosa y hacer otra.
Ese tu doble discurso, el que te ha permitido mantenerte en un estado político vigente patológico. No obedeces a la razón ni a la lógica fundamentalmente racional, sino a una reacción puramente fáctica, tirana y enferma.
Para ti, todo puede ser alterado y modificado sin reparos, siempre y cuando lo plantees y lo ejecutes tú.
Pero, al mismo tiempo, en esa tu realidad paralela, está tu censura a otros hechos y personajes en los que te estrellas, con vehemente descaro, cual si fueras un humilde franciscano, obediente de las normas, de las leyes y de lo políticamente correcto.
Así, fuiste construyendo una impermeabilidad que te convirtió en un personaje de ruptura con un discurso nacional y otro internacional.
Tu doble discurso (mitomanía) siempre fue tu arma con un mismo filo, no arriesgas nada cuando dice una cosa y hace otra, porque sencillamente no posees un bagaje ético ni moral, desde esa perspectiva no se convierte para ti en una carga histórico-ética, sino más bien en un instrumento político subversivo, de venganza y de ataque.
Eres una persona que siempre está reciclando su discurso, convirtiéndolo en algo eventual, presupuesto, básico, que se va destruyendo a medida que aparecen otros más mortíferos.
Tu doble discurso es fundamentalmente alterativo, porque subviertes la realidad y la verdad. Conviertes la lógica en capricho antojadizo y juegas con la bipolaridad de las ideas. Hacer cosas malas que parecen buenas, legitimar lo ilegítimo.
¡Te recuerdo algunas!
“Yo le meto nomás. Después les digo a los abogados: si es ilegal, legalicen ustedes, ¿para qué han estudiado?" (Sobre su programa de nacionalizaciones en 2006)., son algunas de tus enfermedades crónicas que no tienen cura.
“Cuando un jovenzuelo embaraza a su compañera es preferible escapar al cuartel, porque cuando sale del cuartel es intocable el soldado". (Academia de Historia Militar, en La Paz).
“Si el pueblo dice No, (referendo del
21-F de 2016) qué podemos hacer, ¿no vamos a hacer golpe de Estado? Tenemos que irnos callados”.
“Si creen que estoy inhabilitado, me toca irme a mi chaco para cosechar tambaquí, para sembrar arroz”.
Tras 20 años de convalecencia, tus enfermedades de base se han hecho crónicas. Tus bases lo saben, pero no les queda otra que seguir alcahueteándolas y encubriéndolas.
Marchas, bloqueos, cercos, maldad, subversión, agresiones, delincuencia, muerte, amenazas y transgresiones a la ley, al orden y a la democracia.
¿Te imaginas tu diagnóstico?
Reservado y sin cura, dese luego.
Ni siquiera una pizca de reflexión sobre el gran daño que le hiciste al país y que le sigues haciendo.
Esta Bolivia que cumplirá 200 años, tiene en su haber personajes y pasajes similares a ti. En las historias negras de la patria, no estás solo, te acompañan los demonios del mal, desde las presidencias más despóticas e indolentes, hasta las dictaduras más criminales e inverosímiles.
Hay dos clases de poder, ciudadano doliente; poder coercitivo y poder persuasivo. El primero, el que siempre ejerciste, es la capacidad de imponer voluntad a través del uso de la fuerza o la amenaza de consecuencias negativas.
El segundo, es la capacidad de influir en otros a través de argumentos, ideas o comunicación efectiva, sin necesidad de coacción. ¡Tú, jamás estarás preparado para ese tipo de poder!
El filósofo Michel Foucault considera que el poder es como una red de relaciones que atraviesa toda la sociedad, y no sólo como algo que se posee, sino algo que se ejerce.
La filósofa Hannah Arendt, diferencia el poder de la violencia, argumentando que el poder surge de la acción colectiva y la legitimidad, mientras que la violencia aparece cuando el poder se desvanece. Este último es tu caso, paciente desahuciado.
En una democracia, el poder se distribuye entre diferentes actores e instituciones para evitar su concentración. Este equilibrio se logra a través de mecanismos, como la separación de poderes; ejecutivo, legislativo y judicial, que actúan de manera independiente. En tu caso, al Estado lo convertiste en el patio trasero de tu gobierno, en tu parque de diversiones y en tu látigo para azotar al pueblo que, hasta ahora, lamentablemente, se mantienen como uno más de tus “legados”.
Cobarde para enfrentar las acusaciones en tu contra y héroe para ordenar a tus cancerberos continuar atacando, asaltando, matando y agrediendo.
Así están tus síntomas inequívocos de tus enfermedades de base crónicas. Sin duda, no existe certificado médico alguno que pueda absolverte de tus culpas ni de tu deceso político.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.