Deseos para 2025
Por supuesto, se dirá al leer la siguiente lista que idealizamos. Pero a veces es bueno acordarse de aquella opinión del estratega Dick Morris, hacedor de presidentes, quien pragmáticamente aconsejaba adoptar el idealismo “porque funciona”. Veamos:
Que se liberen a todos los presos políticos, mediante amnistía general, irrestricta e incondicional.
Que el Estado “deje hacer” al agro. Que se produzca y exporte libremente, sin cupos ni controles de precios.
Que el reino del Chapare deje de ser soberano y que su cabecilla rinda cuentas ante la justicia nacional e internacional (CPI y Corte IDH).
Que se logre ir a elecciones generales con un mínimo de transparencia, con un nuevo padrón o una revisión minuciosa del existente.
Que haya un nuevo mapa electoral, con circunscripciones más acordes a las realidades demográficas.
Que la unidad opositora se consolide en torno a un proyecto de libertades políticas y económicas, con más sociedad civil y menos Estado.
Que ese proyecto implique un cambio de paradigma, que vaya mucho más allá de una simple readministración del estatismo desde la clase media.
Que la oposición despliegue un aparato de control electoral tan amplio y eficiente como el logrado para el referéndum del 21-F.
Que en la elaboración de las listas parlamentarias se incorpore un sentido meritocrático, incluyendo a intelectuales que puedan replantear la relación de las regiones con el Estado.
Que se vuelva a hablar en serio de profundizar las autonomías o de empezar a caminar hacia el federalismo, en un país cuyo Presupuesto general va en un 90% a manos del gobierno central.
Que se hable sin miedo de cambios constitucionales: el invento de La Calancha no es intocable y significa, más bien, un obstáculo clave para un nuevo ciclo político democrático y para una transformación del sistema judicial.
Que en el renovado proyecto de autogobiernos regionales se incluyan guardias forestales departamentales, para la defensa de los bosques frente a los avasalladores incendiarios.
Que el proyecto opositor se plantee ordenar la macroeconomía, pero también aliviar la vida diaria al ciudadano, recortando la “tramitología” y la burocracia.
Que se apunte a un Banco Central autónomo, protegido de la influencia del Gobierno de turno, como clave para una política monetaria estable.
Que cualquier eventual brote de bonanza extractivista (litio u otros) sea “sembrado”, financiando vales educativos para los jóvenes, sobre todo para el desarrollo de capacidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus iniciales en inglés).
Que la política exterior de Bolivia deje de alinearse con el club mundial de los dictadores (Rusia, China e Irán).
Y si todo lo planteado parece mucho o difícil de realizar, recordemos con Viktor Frankl que “el que tiene un por qué encuentra el cómo”.
Columnas de EMILIO MARTÍNEZ CARDONA