Los fantasmas de Evo y muchos MAS
El 26 de abril de 2009, los bolivianos amanecimos con la noticia de un allanamiento a un céntrico hotel de cuatro estrellas de la ciudad de Santa Cruz, y con el anuncio de la muerte, decían en combate, de unos supuestos terroristas. Los sucesos habían tenido lugar en la madrugada, antes de las 5:00, y recién 12 horas después pudo entrar la Fiscalía a hacer su trabajo.
Este evento fue sin lugar a dudas un abuso de poder extremo, una ejecución extrajudicial sin ningún atenuante, pues los individuos que fueron asesinados estaban en sus camas de hotel, dormidos y solo se despertaron debido a la intervención, y tenía que haber indignado a moros y cristianos.
Un gobierno democrático no puede permitirse eso, no tiene ninguna importancia el hecho de que los individuos en cuestión estuvieran tramando el peor de los crímenes, simplemente ese no es el modo en que pueden proceder las fuerzas del orden, precisamente porque ante todo se debe presumir la inocencia de las personas hasta que se pruebe lo contrario, y porque en ninguna circunstancia se podía en este caso aducir flagrancia.
No hubo una persona de la cúpula del MAS o de sus socios del momento, el Movimiento sin Miedo, o de los miles de simpatizantes de esas dos agrupaciones políticas que alzara la voz públicamente contra ese crimen de Estado, que a medida que iban pasando los días se iba mostrando en su mayor truculencia.
Si aquello de lo que Evo Morales y los suyos acusan hasta hoy a los occisos hubiera sido verdad, la forma en que se llevó a cabo la intervención seguía siendo inaceptable, era bastante fácil reducir a ese grupo de personas hasta lograr su rendición antes de entrar a matar. Detenidos en vida, los individuos hubieran sido más útiles para esclarecer el caso, y obviamente también hubieran podido tener una oportunidad de defenderse judicialmente.
La vorágine de persecuciones y de ilegalidades y abusos judiciales que luego se desató, convirtió a nuestro país a un espacio de terror, tanto para las personas que hubieran participado en el supuesto complot o que hubiera podido sentir alguna simpatía por el mismo.
Hay investigaciones serias que llegan a la conclusión de que todo fue una tramoya del MAS, lo cual haría este episodio algo aún más sórdido, pero, aclaremos, no es necesario ese extremo para rechazar las acciones gubernamentales de esa mañana de abril de 2009, y hay una responsabilidad penal que cae sobre Evo Morales, no por lo que arrojan las investigaciones del señor Valverde, sino por lo que él dijo entonces y ha confirmado ahora: él autorizó esta acción.
La historia del principal implicado, Rosza, es interesantísima, y aunque tiene sus facetas de violencia, tiene también las de alguien que, como dijo entonces Jimmy Iturri, tenía una ensalada en la cabeza: formado por la KGB, redescubriendo su judaísmo a cierta edad, periodista corresponsal de guerra en Croacia y luego héroe de ese país, convertido al islam en los últimos años, actuando en una película sobre su propia vida y ejecutado por sórdidas razones en la ciudad que lo vio nacer.
Lo que pasó con Rosza y las otras dos personas es un crimen cometido por el Estado, y los responsables tienen que ser juzgados, y Morales y Quintana tienen que saberlo. No es atenuante que hubiera estado en marcha un movimiento separatista. (dicho sea de paso, si algo ha expandido un sentimiento de ese tipo en Santa Cruz, es posiblemente el comportamiento del gobierno de Morales en este episodio, me refiero a la persecución judicial inclemente que se hizo a personas del calibre moral de Gary Prado Salmón).
Ahora, por razones no éticas, solo de pelea de poder, entre dos facciones del MAS, es posible que se inicie algo parecido a la justicia, en realidad es un tribunal internacional el que podrá poner las cosas en su lugar. Podría ser que Evo aprenda a la mala que eso de meterle nomás, aunque sea ilegal, a veces no paga.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ