Persistencia negativa
No se me ocurrió otro título. Y es que el negativo ejemplo de querer graduarse a como dé lugar por parte de algunos estudiantes de un colegio en Trinidad, se repite también en la ciudad de Tarija. En ambos casos, madres y padres piden consideración, oportunidad, humanitarismo, etc.
En ambos casos hubo amenazas de procesos en contra de maestras y maestros. Aunque en el caso tarijeño se avanzó más allá con una huelga de hambre que pretendía obligar a los docentes a otorgar a lños reprobados una nota de aprobación, totalmente irregular e ilegal (si se lee y entiende bien el Reglamento de Evaluación vigente).
Pero, además, hubo en Tarija insultos y amenazas hacia una maestra de física, no solo de parte de madres y padres sino, y esto es lo más preocupante, de parte de los mismos estudiantes, mostrando una actitud deplorable y falta de respeto hacia una persona mayor (como es la maestra). Así, vale preguntarse si estos jóvenes merecen graduarse como bachilleres.
Las reprobaciones o “aplazos” no son una novedad en nuestro Estado Plurinacional. Los conocemos desde hace décadas. Hace muchos años existió la figura del “desquite” o reforzamiento de fin de gestión, cuando un estudiante reprobado, máximo en tres asignaturas, podía aprobar luego de pasar unas cuantas clases y rendir un examen. Si bien aquel reforzamiento de pocas clases nos despertaba muchas dudas, al menos estaba escrito en el reglamento del Ministerio y había que acatarlo. Aun así, siempre hubo estudiantes que reprobaban.
En el actual Reglamento de Evaluación ningún artículo o inciso habla de consideraciones u otorgación de notas. Ese documento indica que si no se obtiene la mínima nota de 51 en una asignatura, se reprueba el año. De tal forma, es la calidez de las y los maestros que permite “consejos de grado” para ayudar en algunos casos justificados.
Hoy en día, ante la vigencia de nuevas leyes en favor de niñas, niños y adolescentes, muchas personas quieren aprovecharlas para justificar y/o reclamar ciertos derechos, pero dejando de lado las obligaciones. Acaso aquí se aplique la famosa frase “hecha la ley, hecha la trampa”, pues puede acusarse a maestros de discriminación, acoso, daño sicológico, falta de comprensión, etc.
Si bien el ministro de Educación muestra falencias y dudas en su accionar, cabe reconocer que en estos casos de las y los bachilleres reprobados ha sabido proceder con lógica, con sentido común y practicidad. En su viaje a la ciudad de Trinidad, cuando seguramente mucha gente creía que iba a justificar la desidia y flojera de estudiantes, el ministro resalto la corrección de las y los docentes, que tenían todos los elementos en orden para justificar la reprobación, por lo que dio por cerrado aquel caso.
El mensaje fue bien entendido y las autoridades educativas tarijeñas han obrado en la misma forma dando por concluido el caso tarijeño.
Días después, el ministro Pary lanzaba en redes sociales un mensaje muy claro, recomendando a los padres de familia asumir las consecuencias de la falta de trabajo de sus hijas e hijos. Decía que no se puede cargar toda la responsabilidad exclusivamente a maestros. Padres y madres tienen una gran responsabilidad a la hora del rendimiento escolar del estudiantado. Y, por cierto, las y los estudiantes como protagonistas del proceso educativo tienen la mayor responsabilidad.
Una reprobación nunca puede ser el fin de un proyecto. Que la repetición de un año en un mismo curso es algo doloroso, sí lo es. Pero asumirlo desde una perspectiva positiva resulta en un crecimiento personal para nuestros jóvenes, dotándoles de madurez, sensatez y capacidad renovada para el logro posterior de una profesión. Es que la capacidad intelectual de un ser humano puede sobreponerse a tropiezos y trabas. Así lo demostraron genios como Albert Einstein o Thomas Alva Edison que no fueron, precisamente, brillantes en su etapa escolar.
Columnas de JOSÉ MATEO GAMBARTE FLORES