Reprobación
Fin de la gestión escolar. La expectativa de madres, padres y estudiantes se centra en saber si la gestión fue positiva y si niños y jóvenes estarán en el próximo grado al año. O, quizás, si llega el caso de una reprobación, ¿cómo habrá que lidiar con aquello?, ¿cómo digerirlo?, ¿qué hacer al respecto? Peor aún, ¿qué hacer si la reprobación se da en el último curso, aquel del bachillerato?
Esto último acaba de pasar en la ciudad de Trinidad, donde un grupo de estudiantes, al parecer, no serán bachilleres esta gestión y postergarán su graduación para la siguiente gestión.
Como era de esperar, no hay aceptación entre los padres y los estudiantes implicados. Ellas y ellos tratan de justificar su irresponsabilidad con diferentes argumentos, algunos jalados de los cabellos. Así, aducen su bajo rendimiento a falta de recursos (muy extraño si el colegio es particular), al maltrato de docentes (muy improbable que sea cierto y, peor aún, si lo mencionan recién en los últimos días de clases), al desconocimiento de su situación (increíble, si se toma en cuenta que, en los dos primeros trimestres, siempre se dan a conocer las notas parciales citando a reuniones a los padres).
Una de las señoritas pedía que se considere su situación. Estaría solicitando que un consejo de grado determine “ayudar” en una, dos o más asignaturas en que las y los alumnos estuvieren reprobados.
A propósito de esto último, huelga decir que tales consejos no están contemplados en ningún artículo o inciso del Reglamento de Evaluación vigente. Si maestras y maestros lo realizan en muchos colegios es por iniciativa y voluntad propia, acaso por un sentimentalismo hacia aquellos estudiantes que quedó rezagada por diferentes motivos.
Y, claro, hay motivos valederos que ameritan grandes dosis de consideración para “regalar” una nota alta en el último trimestre a fin de lograr la promoción al siguiente grado. Pero también hay motivos que no admiten ninguna consideración y, estos son la desidia, el poco interés, el incumplimiento, la impuntualidad, el uso indiscriminado de celulares (chats y juegos en el curso, mientras el docente dicta su clase). En síntesis, es la flojera, que trata de ser justificada con las consabidas frases: “me he olvidado”, “no he tenido tiempo”, “me he dormido”, etc.
El Reglamento de Evaluación indica claramente que, si un estudiante no logra en alguna asignatura la nota mínima de 51 puntos, pierde el año. El reglamento es evidentemente taxativo y frío, quizás por ello la calidez de los maestros hace que, en muchos casos, opten por ayudar en el último instante.
Causa extrañeza, en el caso de aquellas y aquellos estudiantes trinitarios, el hecho de que intenten tratar de salvar su situación recién en el último momento. ¿Por qué apostar por lograr una nota decisiva en la última evaluación del último trimestre?, ¿qué pasó? Claramente se nota que el primer y el segundo trimestres, tuvieron notas bajas de reprobación, sino, no estuvieran en la incómoda situación en la que están.
Veamos: la nota mínima de aprobación es 51. Ello implica que lo mínimo que se debe obtener en los tres trimestres es 51 (153 dividido entre 3 da 51). Pero si las primeras dos notas fueron de reprobación, significa que el tercer trimestre se requiere una nota alta, acaso muy alta. ¿Cómo conseguir esa nota alta en el último tercio de la gestión si no se logró alcanzar los objetivos de tal o cual asignatura en los dos primeros tercios del proceso educativo? He ahí la pregunta.
¿Se puede lograr una nota suficientemente alta? Sí, se puede, con un denodado esfuerzo individual y en la mayoría de los casos con la ayuda de nuestros maestros. Quizás, por eso, es común escuchar en el ambiente escolar aquello de “los aparecidos genios del último trimestre”.
Pero veamos desde otra perspectiva: si un estudiante lograse un 70 y luego un 60 en las primeras etapas de la gestión (y no son notas altas), en el tercio final le bastaría un mísero 23 para asegurarse la promoción.
Los números así presentados son fáciles, pero el obtenerlos implica dosis de disciplina, trabajo, práctica, puntualidad y cumplimiento. En fin, y parafraseando el título del filme sobre el profesor Escalante, también se requiere una actitud “con ganas de triunfar”.
Columnas de JOSÉ MATEO GAMBARTE FLORES