Para una nueva crónica de mal gobierno
La información acerca de que las reservas de gas están en un mínimo, y que ya no podemos cumplir con los contratos que tenemos con nuestros compradores, no es nueva, por lo tanto, no nos ha tomado por sorpresa. Quienes saben de economía y estaban ocupados del tema, iban advirtiendo al respecto desde hace muchos años. Sus advertencias eran contundentes, y tan repetidas, que parecían lamentaciones jeremiacas, e hicieron que hasta los opositores al gobierno del MAS no las tomaran en serio.
El que el presidente del país, exministro de economía de Evo Morales, en los tiempos de Jauja, declare ahora, fría y casi lacónicamente, que estas reservas prácticamente se han acabado, pone en evidencia —y también para los masistas honestos, (a pesar de todo, creo que los hay)— la farsa que fue la increíble bonanza en la que vivimos durante los casi 15 años de los primeros gobiernos de ese partido.
Sí señores, hay que recordar, y subrayar, que ese bienestar inusitado no fue producto de políticas propias, sino ante todo de un aumento de los precios de minerales e hidrocarburos que permitió, inclusive, hacer la tramoya de una nacionalización, que en realidad fue más una readecuación de los contratos. Bolivia vivió una época de increíble bienestar económico gracias a todo el trabajo previo que se hizo, ante todo con las posibilidades de prospección que se dieron gracias a la capitalización, y a los contratos que pudieron ser concretados con los países vecinos antes del año 2006. Nada de eso fue parte de una estrategia gubernamental, no pasó nada de lo que pudiera vanagloriarse el entonces ministro y actual presidente.
El gobierno del MAS, no tuvo una política ni de mayor inversión en prospecciones, ni de incentivo a iniciativas privadas para que esto se hiciera, y con esto ha frenado todas las posibilidades de seguir creciendo, o aún de mantenernos en el mundo de los exportadores de hidrocarburos.
Los años felices de Evo fueron producto de la circunstancia, de la coyuntura internacional, de la dependencia que, para bien o para mal, tenemos de los mercados internacionales. Morales y los suyos tuvieron suerte.
Obviamente, ninguna decisión gubernamental boliviana pudo hacer que los precios de minerales y de hidrocarburos subieran, ese mérito no se lo puede atribuir al gobierno de entonces, ni desde una perspectiva terraplanista. Mientras que el no haber logrado mayores inversiones en prospección, y no haber obtenido resultados positivos al respecto, sí es algo que responde a las decisiones políticas del régimen. Ellos cerraron las puertas a inversiones privadas extranjeras y nacionales, y utilizaron los recursos del país en gastos absolutamente irracionales.
Lo dramático de nuestra situación es que solo se puede poner en evidencia la mediocridad extrema del gobierno del MAS, a partir del durísimo futuro que nos espera.
Reitero, el masismo no gobernó bien, solo tuvo suerte y despilfarró una importante cantidad de los recursos a los que tuvo acceso. Después de la fiesta, del caleidoscopio de viajes de Evo, en el carísimo avión que compró, y en los helicópteros que tuvo a su disposición, Bolivia siguen siendo un país muy pobre, el más pobre de Sudamérica, el país con mayores deficiencias en educación y en salud, y para colmo con un sistema político que impide inversiones externas o la creación de nuevas empresas locales.
El proyecto del MAS era y es quedares en el poder para siempre, han hecho barbaridades en el camino, incluyendo violar su propia Constitución, pero llama la atención que no hubieran tomado en cuenta que sus decisiones a largo plazo serían catastróficas, considerando que sus cálculos políticos los situaban en el poder también cuando llegarían las vacas flacas.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ