Nacionalismos que valen la pena
Brasil, Argentina y Paraguay, como parte de América Latina, tienen una formación social y política parecida a la boliviana. Como Bolivia, pasaron por guerras fratricidas, oligarquías parásitas, dictaduras cruentas, procesos autoritarios y también son países marcados por la desigualdad. Incluso tuvieron la típica sangrienta guerra decimonónica entre ellos (incluido Uruguay), la guerra de la Triple Alianza, y que marcó la constitución de sus identidades nacionales.
Sin embargo, me saco el sombrero por lo siguiente. En inmediaciones de la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay están las grandiosas cataratas del Iguazú. Lo que se dice de ellas, que son una de las maravillas naturales del planeta, que son imponentes hasta perder el aliento, que están rodeadas de paisajes tan hermosos que parece el “paraíso terrenal”, todo eso, queda chico ante su presencia.
Nunca había sentido tal fuerza en el agua, lo asombroso de su sonido (el famoso “ruido blanco” que tanto se recomienda para la salud mental), pocas veces me encontré en un paisaje tan sublime y sobrecogedor, ya que bordea a las cataratas el maravilloso bosque atlántico en toda su plenitud, protegido en dos parques nacionales celosamente cuidados por Brasil y Argentina que comparten la custodia de las cataratas. Y Ciudad del Este, de Paraguay, no se queda corta en el fomento de un turismo que tiene como principal eje articulador el mostrar al mundo la magnificencia de la naturaleza.
Lo más emocionante es que entre los países que custodian las cataratas hay una especie de competencia nacionalista sobre quién ofrece la mejor experiencia de lo que implica un patrimonio natural protegido. Hasta los guías turísticos de Brasil y Argentina se esfuerzan por ilustrar cómo sus propios países otorgan mayor resguardo a las cataratas y al bosque que las rodean. Y si bien los parques nacionales que custodian las cataratas de Brasil y Argentina reciben miles de turistas cada día, está tan bien gestionado el manejo específico de esas áreas protegidas que procuran dejar el mínimo impacto humano sobre un maravilloso ecosistema que es su orgullo.
Prácticamente las comunidades aledañas de los tres países viven de ese turismo ecológico, la preservación de la belleza de la naturaleza es su pan de cada día. Y cómo se nota la diferencia entre entornos hostiles humanos frente a la naturaleza y sus seres vivos, y entornos amigables como el que describo, en estos últimos hasta los pájaros y mariposas se acercan con confianza a interactuar con el ser humano.
Me puse a pensar que en Bolivia estamos colmados todavía de lugares hermosos semejantes a las cataratas del Iguazú.
A algunos de ellos se trata de resguardarlos con la constitución de áreas protegidas.
No obstante, nunca he visto una política estatal sostenida que tome en serio la preservación de patrimonios naturales bolivianos protegidos, al contrario, nuestras áreas protegidas (como siempre) son constantemente heridas por la plutocracia petrolera, minera, soyera, ganadera, especuladora de tierra, etc., y por gestiones públicas desarrollistas y corruptas que ningunean la importancia del equilibrio mínimo ambiental en la convivencia humano/a-naturaleza y, al contrario, son cómplices del permanente embate usurero contra las áreas protegidas.
Se supone que estamos en el mes “patrio” y quiero soñar. Qué lindo fuera que en lugar de tanto desfile militar, recordación de héroes maniqueos y huecos, veneración banal y autoritaria a pedazos de tela, nos pusiéramos a “competir” con nuestros vecinos en la preservación de nuestros patrimonios naturales, que aprovecháramos la asombrosa diversidad natural de Bolivia para mostrar al mundo la magnificencia de lo que nos rodea, que es posible vivir de la preservación de la naturaleza, que aprendimos la lección y rompimos el yugo histórico de un país dependiente y monoproductor de materias primas extractivas.
Me imagino, por ejemplo, al Madidi promocionado como uno de los rincones de mayor diversidad natural en el mundo y no como un territorio vulnerable frente a represas y proyectos hidrocarburíferos y/o mineros. Pero es mucho pedir, ¿no?
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA