Informe veloz
El Ministerio de Gobierno y la Fiscalía Departamental de Santa Cruz presentaron el informe en conclusiones sobre la muerte del interventor del Banco Fassil, Carlos Alberto Colodro López, tres días después de sucedido el hecho.
¡Miechi! No tengo ch’ulu, pero me lo saco, porque eso es todo un récord en Bolivia, país en el que las investigaciones avanzan a paso de caracol, por razones que explicaré la próxima semana.
El hecho es que Carlos Eduardo compareció por enésima vez ante la prensa para hacer lo que mejor sabe hacer: show. Habló tan suficientemente que dejó sin qué decir al fiscal de Santa Cruz.
Si para muestra basta un botón, el barbado ministro presentó seis, seis explicaciones técnico-científicas destinadas a confirmar, olear y sacramentar aquello que se nos había anticipado cuando se publicó la primera de las dos páginas de la supuesta carta póstuma de Colodro: el interventor entendió que el asunto era tan, pero tan jodido que, en lugar de renunciar y dejar su nombre a salvo de cualquier salpicadura, prefirió tirarse del piso 15 del edificio Ambassador y salpicar el pavimento con su sangre.
¿Qué si le falta una bolita de la cabeza y una bolita de la entrepierna? ¡Pero claro! Lo que pasa es que, a medida que caía, a una velocidad de 122 kilómetros por hora —ministro dixit—, se golpeaba en un balcón aquí y en otro más allá. Seguramente en uno le sacaron una bolita y en el otro la otrita. ¿Qué? ¿No me creen? ¿Es que acaso no vieron Los Simpson ni aquilataron el carácter técnico-científico que tienen las caídas de Homero desde un acantilado? ¡Cómo se nota que no aprecian el carácter educativo de las series televisivas!
Y, claro, ahí está la carta póstuma, prueba irrefutable de que este hombre decidió matarse porque no soportaba la presión de tener que hacer alcanzar la platita del banco intervenido para pagar los sueldos adeudados y, después, con algo de suerte, ver si queda algo para devolver el dinero de los ahorristas.
No, pues… mucha dosis.
Y como era mucha dosis el asunto, primero se publicó una página de la carta y luego, al día siguiente, la otra. Es la típica práctica de “primero la puntita”, para que la cuchillada duela menos… atatau (aquí hay que poner cara de Droopy).
¿Que si la firma que está en la carta no coincide con la firma que rubricaba el fallecido? ¿Qué no es su redacción ni su manera de dirigirse a los demás?... ¡sssht! ¿cómo se les ocurre dudar de un informe de seis conclusiones técnico-científicas elaboradas en tiempo récord? No, pues… no sean profanos.
Entonces, aquí se rompió una taza, así que cada cual se va para su casa. Eso de las dudas déjenselo a las parejas celosas.
El problema es que, cada vez que alguien se pone frente a las cámaras para decir cositas como esas, lamento que mi esposa me haya hecho dejar el cigarrillo.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA