Los desvaríos de Lula
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha convocado para el 30 de mayo a una reunión de presidentes de Sudamérica, con motivo de reforzar su integración y revalorizar el rol de la región en el tablero internacional —por cierto, cada día más difícil para los países sudamericanos, incluido Brasil— que solos no podrán nada ante la nueva configuración geopolítica mundial.
Por tanto, la convocatoria tiene profunda importancia, también si se la ve en el marco de un mundo multipolar, en el cual ninguna potencia pueda hacer de las suyas, como ha ocurrido tantas veces, incluso cuando el mundo era bipolar.
Asistieron a la reunión los presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Uruguay, Surinam y Venezuela. Por Perú lo hizo Alberto Otárola, presidente del Consejo de ministros.
Pero, hete ahí que el presidente brasileño, claramente embarcado en el intento de ubicar a su país a la cabeza de los países sudamericanos, recibió a Nicolás Maduro no sólo con la gentileza que debe caracterizar a la relación entre primeros mandatarios, sino que se despachó una de antología cuando afirmó que el supuesto autoritarismo de Venezuela no es más que una narrativa construida. Textualmente dijo: “Compañero Maduro, usted sabe la narrativa que se construyó contra Venezuela: la de la antidemocracia, del autoritarismo”, añadiendo luego que Venezuela debe construir su propia narrativa y volver a ser un país soberano, en el cual sólo el pueblo, a través de una votación libre, diga quién la va a gobernar.
Conviene recordar que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, visitó Venezuela entre el 19 y 21 de junio de 2019, y emitió un informe demoledor (no fue el único ni el primero) sobre las escandalosas vulneraciones de los derechos humanos en ese país. Tampoco se puede olvidar que la Corte Penal Internacional ha iniciado una investigación contra Maduro por la presunta comisión de crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gobierno.
El dictador venezolano ha creado la Fuerza de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES), con el objetivo declarado de erradicar la delincuencia (tomen nota los hinchas del dictador salvadoreño Bukele) que, desde su entrada en funciones, ha sido objeto de denuncias y atropellos a los derechos humanos.
Dos casos espeluznantes nos ayudarán a recordar lo que pasó (y sigue pasando) en el hermano país venezolano. El primero, el del joven Rufo Antonio Chacón, que perdió la vista a causa de los perdigonazos que recibió de la policía, que le disparó a bocajarro en julio de 2019, cuanto protestaba por la falta de gas en su comunidad ubicada en el estado Táchira.
El otro, el del capitán Rafael Acosta, que fue detenido arbitrariamente por encapuchados del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) el 21 de junio de 2019 (Bachelet estaba en Venezuela), desaparecido y torturado salvajemente durante varios días (Diosdado Cabello dijo que se encontraba “a buen resguardo”), para luego ser presentado en silla de ruedas, sin poder hablar y con la mirada aterrorizada, ante un juez ante el que se pretendía que declare en su condición de “terrorista”. No aguantó, murió a causa de las torturas.
A lo señalado cabe añadir que Bachelet recibió el testimonio de un hombre que le contó como su hermano fue torturado, humillado y asesinado por oficiales encapuchados de la FAES de la Policía y mencionó a otras familias destrozadas porque sus seres queridos tuvieron el mismo destino.
Inconcebible y vergonzoso que Lula se refiera a todo esto como “narrativa en contra de Venezuela”. Inconcebible que esto venga de parte de un obrero metalúrgico que fue, en su momento, admirado y respetado, y que conoció muy de cerca la represión de la dictadura militar brasileña durante los años 60 y 70. Inconcebible, pero lamentablemente cierto.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR