Del terrorismo callejero al terrorismo de Estado
La biografía del grupo armado peronista “Montoneros” está llena de episodios sangrientos, desde el asesinato del general Pedro Aramburo hasta masacres como las del comedor donde acudían policías y parroquianos con más de 20 muertos y más de 100 heridos. Sin embargo, estos hechos se difunden como “heroicos”, a diferencia de condenas a similares atentados cometidos desde el fascismo.
Un nombre sale frecuentemente como autor intelectual y material: Mario Eduardo Firmenich (Buenos Aires, 1948), de quien incluso se duda dónde realmente militaba y a quiénes servía con su visión terrorista. Aunque se cuenta que su rebeldía comenzó al visitar los barrios pobres con el padre Mojica, también se cuenta que ese sacerdote fue asesinado por los propios “Montoneros” en 1974.
Las actividades terroristas del grupo, paradójicamente, aceleraron la caída del gobierno democrático también peronista en 1976. Su extremo se tocaba sutilmente con el terrorismo de la Triple A, igualmente de origen peronista. Actualmente los grupos de choque de la “Cámpora”, liderados por el hijo de los Kirschner, consideran héroes a los “Montoneros” y especialmente a Firmenich, el más violento.
Cuando los “Montoneros” comenzaron a enfrentar al establishment denunciando las desigualdades sociales, Argentina tenía una amplísima capa media con alto poder adquisitivo y 4% de pobreza. Actualmente, la pobreza alcanza en Argentina al 40% y la clase media agoniza.
Firmenich fue juzgado y condenado a 30 años de cárcel, pero Carlos Menem —neoliberal, pero también peronista— lo indultó junto a otros terroristas. La prensa señaló que los “Montoneros” financiaron su campaña electoral. Aunque varios exguerrilleros se adecuaron a la vida política en democracia, otros se acomodaron en la izquierda “caviar”.
Hace unas semanas, la investigación de dos medios digitales nicaragüenses demostró que Mario Firmenich es asesor de Daniel Ortega con un salario que bordea los 4.000 dólares estadounidenses, vivienda de lujo, además de otros beneficios.
Jennifer Ortiz y Leonardo Olivas, entre otros jóvenes que aún se atreven a denunciar la dictadura Ortega Murillo, reconstruyeron los negros lazos que unen a “La Orga” y los sandinistas.
Los argentinos obtuvieron 60 millones de dólares del secuestro más caro del mundo y depositaron ese dinero en Cuba (la historia de esa fortuna es otro tema, digno de las feroces transnacionales). Parte se entregaba al Frente Sandinista, como lo detalla en su libro Humberto Ortega. (También Pablo Escobar ayudó con cocaína y dólares al primer gobierno de Ortega).
Daniel y Rosario tienen deudas con Firmenich y le han entregado una buena tabla para que viva cómodamente sus 75 años. Fue “veedor” en las últimas elecciones, cuando se apresaron a los otros candidatos. Ahora aparece como funcionario a sueldo. En estos últimos meses, la dictadura de los somocistas orteguistas ha apretado los niveles de persecución al punto de llenar las cárceles, prohibir las procesiones católicas, cerrar la Cruz Roja, cancelar relaciones diplomáticas con la Unión
Europea, expatriar a sus mejores intelectuales.
Mientras, el Gobierno de Alberto Fernández mantiene una relación amistosa con el régimen nicaragüense, Nicolás Maduro los felicita, Luis Ignacio da Silva se queda callado, Manuel López Obrador mira a otro lado y Luis Arce Catacora los abraza.
Solamente Gabriel Boric condenó con palabras claras a este Gobierno que ha instalado el terrorismo de Estado.
En La Paz, el embajador de ese país ocupa una hermosa casona en uno de los barrios más caros de la Zona Sur (obvio) y aparece frecuentemente en actos oficiales.
La Cancillería mantiene su sumisión a los criterios que llegan de los nuevos amos. Este es el actual cambalache de la política latinoamericana que enriquece —como pocas veces— a un puñado de funcionarios y empresarios y revienta de hambre y exilio a la mayoría de los ciudadanos.
Columnas de LUPE CAJÍAS