Sobrevivir para contarla
Wuhan quedará grabado en la historia. Desde diciembre de 2019, este poblado chino de 11 millones de habitantes adquirió notoriedad mundial, pues pudo haber sido el lugar donde brotó y desde donde se expandió el nuevo coronavirus.
En Wuhan se encuentran los “mercados mojados”, que son mercados tradicionales donde se vende una amplia variedad de alimentos frescos, además de carne, pescado, mariscos, productos agrícolas, etc. Se lo denomina mojado por la humedad del ambiente debido a la presencia de agua utilizada para limpiar y enfriar los productos. En el mercado mayorista de mariscos de Wuhan, un lugar mal ventilado, el biólogo inglés Edward Holmes, “cazador de virus”, ya en 2014 observó que vendían animales silvestres vivos: víboras, tejones, ratas. Uno de los animales que le llamó la atención fue el perro mapache al cual registró fotográficamente. Luego, encontró pistas para sostener que el patógeno haya evolucionado de los coronavirus procedentes de los murciélagos, que se transmitieron a los humanos a través del perro mapache.
En aquella ocasión ya avizoraba que “una pandemia estaba a punto de ocurrir” y cinco años más tarde así sucedió. El debate sobre el origen de la pandemia sigue en pie. El virus se habría gestado en los mercados de Wuhan, es decir provino de un animal silvestre. U otra posibilidad, el virus habría salido de un laboratorio. La palabra final aún no está dicha.
El 31 de diciembre de 2019 el mundo supo por primera vez de un misterioso virus. En ese mes, apareció el primer caso conocido de Covid, un pescadero de Wuhan lo había contraído. El 9 de enero de 2020 falleció un hombre de 61 años, después de una insuficiencia respiratoria a raíz de una neumonía severa, y que se expuso al virus en el mercado de mariscos. El 11 de marzo del mismo año la propagación de la enfermedad fue declarada pandemia. En dicho mes se inicia el confinamiento que es encarado de diferentes maneras por los distintos gobiernos. Los viajes se restringen, las fronteras se cierran. La conectividad, las redes, la educación a distancia, la globalización del arte, juegan un papel fundamental en esta etapa.
A la ciencia le toca el ensayo de los medicamentos que combatan la enfermedad. Se socializa la forma de transmisión área del virus, y el riesgo que implica estar a menos de dos metros de distancia de una persona infectada. El protocolo es distancia física, barbijo y alcohol para las manos.
La propagación del virus se dio a modo de olas, y tuvo distintas variantes: alfa, beta, gamma, delta, ómicron. En la primera y la tercera ola libramos una guerra sin cuartel, el virus avanzó a matar. Y el panorama que vivimos fue desolador. Los numerosos avisos necrológicos eran pan de cada día. Los noticieros diarios arrojaban el número de infectados, muertos y recuperados. Muchos vivieron la imposibilidad de la última despedida al ser amado que fallecía en terapia intensiva. Cundió la desesperación por los botellones de oxígeno, o el medicamento requerido que escaseaba. La desesperación por encontrar una cama en una clínica, hospital, una unidad de terapia intensiva. Las muertes súbitas en las calles y el poco abasto que daba el personal médico. La desesperación por reunir el dinero necesario, por medio de la solidaridad a la que se acudía. Los cuerpos apilados en los cementerios esperando que les llegue el turno de incineración sin el ritual consabido.
Un virus nos había arrinconado en nuestras casas y en algún momento nos había quitado la confianza en la vida. Ciertamente la desigualdad social tuvo que ver con la forma de afrontar la pandemia. Un espectáculo escabroso, casi de ficción, pero con la tristeza de que fue real, nos lleva a reflexionar, a valorar la vida, y a dar testimonio de un acontecimiento mundial.
Ante este panorama nos asombra el trabajo en tiempo récord que tuvo la ciencia, pues en aproximadamente año y medio, creó las vacunas en todas sus marcas y por medio de ellas se obtuvo la inmunización de la mayor parte de la población. Claro que, en distintas latitudes del mundo, no faltaron los movimientos antivacunas, con una serie de argumentos de los más diversos y falsos que circularon por las redes, como: que la vacuna causaba esterilidad, que por los componentes con los que está fabricada, uno adquiriría propiedades lobeznas, etc. O que la vacunación implicaba el colocado de un microchip, con motivos de control. Nada de esto se ha comprobado.
La emergencia sanitaria por la Covid 19, en la que 765 millones de personas se infectaron y de las cuales más de siete millones fallecieron, ha finalizado, de acuerdo con la OMS. Sin duda, que esta experiencia dolorosa constituirá un hito significativo en nuestra historia, pues no todos tuvieron la posibilidad de haber sobrevivido para contarla.
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ