Poder jesuita (III)
La Compañía de Jesús es una de las órdenes religiosas más influyentes del mundo, por no decir poderosa. Es suficiente recordar que el papa Francisco pertenece a ella.
Y es que el poder fue una de las características de esta orden que fue fundada en 1534, cuando Carlos I, o Carlos V, ya reinaba en España. Famoso por el papel determinante que ejerció en la Contrarreforma, el primer general de la orden fue Iñigo
López de Oñaz y Loyola, mejor conocido como Ignacio de Loyola, que también fue uno de los asesores de aquel monarca.
En la América española, el 3 de mayo de 1536, uno de los hijos de Huayna Cápaj, Manco Inca, se sublevó contra la corona y ocupó Lima y Cusco durante casi un año. Este hecho determinó que los españoles, que entonces estaban enfrascados en una lucha interna de poder, se unan y, con el aporte de sus caciques aliados, lograron recuperar esas ciudades.
Luego de ser derrotado, Manco Inca se refugió con su ejército en Vilcabamba, que permaneció como territorio independiente de los españoles hasta 1572.
En ese año, las tropas del entonces virrey del Perú, Francisco de Toledo, lograron ocupar Vilcabamba que, para entonces, era gobernada por Tupaj Amaru I, hijo de Manco Inca.
Tupaj Amaru logró escapar y fue perseguido por uno de los capitanes de Toledo, Martín García Oñez de Loyola, quien logró capturarlo y entregarlo al virrey.
Toledo juzgó al inca y lo condenó a muerte. Tupaj Amaru I murió decapitado en el Cusco.
Pero la parte que nos interesa de esta historia es que Martín García Oñez de Loyola era sobrino de Ignacio de Loyola, el fundador y primer general de la compañía de Jesús. García de Loyola se casó con la hija de Sayri Tupaj, Beatriz Clara Coya, estableciendo una unión de linajes que fue destacada en cuadros de la época, ya que Sayri Tupaj fue uno de los incas de Vilcabamba.
En recompensa por la captura de Tupaj Amaru I, García de Loyola pidió a Toledo que le nombre corregidor de Potosí y en esa condición llegó a la Villa Imperial. Su llegada coincide con el ingreso de los jesuitas a Potosí y su establecimiento en la que, en ese momento, era una de las ciudades más ricas y pobladas del mundo.
La Compañía de Jesús desarrolló una innegable labor benéfica en la Villa Imperial, donde abrió el primer colegio que conoció la ciudad, y eso se extendió al resto de Charcas, pues también fundaron la Universidad San Francisco Xavier, en Chuquisaca, pero, por otra parte, ejercieron una fuerte influencia no sólo en el manejo de la Audiencia sino del virreinato en general.
Respaldaremos esa afirmación la próxima semana, en la última entrega de esta serie, no sólo con una sino con dos pruebas.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA