Se compran dientes de oro, topos, anillos de boda…
Finalmente, el Senado aprobó la “Ley de compra de oro destinado al fortalecimiento de las reservas internacionales”, una norma cuyo título busca ocultar su objetivo principal que, en realidad, es la venta del oro de las reservas del Banco Central de Bolivia (BCB). Los maestros del sofisma político oficialista presentaron esta meta coquetamente maquillada como “efectuar operaciones financieras con las reservas internacionales en oro en los mercados internacionales”.
Es la vieja estrategia del: No es lo mismo, pero es igual. No es lo mismo el cuarto poder, que poder llegar al cuarto. No es lo mismo decir huevos de pescado, que pescado de los huevos. No es lo mismo decir antiguas huellas que viejas pisadas. No es lo mismo vender el oro, que efectuar operaciones financieras con el metal precioso. No es lo mismo ser masista-evista, que arcista-masista, pero votan igual.
La Ley del Oro es corta, siete de sus nueve artículos hablan de la compra de oro del mercado interno. Sólo dos, de la venta. En el primer caso se habla de: ámbito de aplicación, mercado, precio, condiciones de compra, servicios de compra, refinación del oro, y una joya de la hermandad populista:
Artículo 8. Las ventas de oro en el mercado interno (por parte de los cooperativistas mineros, que son la mayoría de los productores) “están exentas del Impuesto a las Transacciones - IT y tendrán tasa cero del impuesto al valor agregado - IVA”. Los hermanos y compañeros del sector oro que es la primera exportación de Bolivia, 3.000 millones de dólares y que pagan tan sólo el 2%, de impuestos, ahora, como reconocimiento a su sacrificado esfuerzo y brutal contaminación medioambiental, tampoco pagarán estos molestos impuestos.
En el segundo caso, la venta de oro, fieles a la Ley de Solís, hazte al soncito y serás feliz, el Gobierno colocó el artículo salvador, el 9, bien tapadito y encriptado en un “economes” financiero, la jerga de la tribu de los tecnócratas. A la letra dice:
“El Banco Central de Bolivia realizará operaciones en los mercados internacionales con las reservas en oro, pudiendo comprar, invertir, depositar en custodia, emplear en instrumentos de cobertura, transformar y convertirlas en divisas, a fin de optimizar la liquidez y/o el rendimiento de las Reservas Internacionales”, es decir: vender el oro.
Con esta nueva ley, desde el árbol del poder se ha insistido que no sólo se “transformará el oro en divisas”, sino también habrá una reposición mágica del oro. El BCB espera comprar entre 5 y 10 toneladas del metal precioso por año y que esto se repondrán las reservas internacionales en 500 millones de dólares aproximadamente por año. O sea, por este camino tomará 30 años volver al nivel de las reservas internacionales de 2014, cuando eran 15.000 millones de dólares. Estamos saliendo adelante.
¿La compra de oro por parte del BCB recompondrá las reservas internacionales? No, waway. Supongamos que, en un acto magnánimo, los cooperativistas mineros deciden vender oro al BCB, no se olviden que de esta manera se podrá saber cuánto producen, donde producen y quienes son. A muchos, los obligará a salir de la informalidad. Este es el lado positivo de la Ley. Veremos si los nuevos Barones del oro muerden el anzuelo. La venta es voluntaria.
Un día de invierno lluvioso, los cooperativistas mineros y sus socios peruanos y chinos entregarán sus pepitas al BCB, quien les pagará en bolivianos. Éstos —contentos de haber hecho una muy buena transacción porque les pagaron precios internacionales por el metal precioso en Bolivia, y chochos porque se ahorraron costos de transporte y se saltaron a las comercializadoras externas— saldrán a la calle con sus bolivianos. Unos, se servirán un delicioso thimpu con perejil virgen y unas chelitas y otros irán a la chifa Los Manjares de Mao a cascarle pollo agridulce.
Ambos, en un primer momento, realizarán sus gastos en moneda local, pero después se irán a las casas de cambio o a hacer fila al BCB para comprar dólares, primero, para adquirir insumos importados, como el mercurio, y, ciertamente, para guardar su riqueza en los verdes del imperio. Los chinos, peruanos y colombianos que participan del negocio, también querrán dólares para sacar su platita afuera. Resultado de la operación. Entra oro a las reservas internacionales (RI), pero acto seguido salen dólares. El nivel de las RI totales cambiará muy poco.
¿Ahora bien, con las operaciones financieras de “transformar oro en divisas” se acabaron los problemas de la economía boliviana? No, waway. Da para el chairo de unos meses. En principio se dispondrá de algo como 1.300 millones de dólares, que es la mitad del total de las RI en lingotes. Veamos algunos datos. La economía boliviana necesita para sus importaciones algo como 1.000 millones de dólares por mes que, en teoría, debían financiarse con otros 1.000 millones de verdes que viene de las exportaciones. Además, se requieren otros 1.000 millones de dólares para pagar el servicio de la deuda externa. Asimismo, se necesita una ayudita para cerrar el déficit público y el aumento de la inversión pública. Se están ofreciendo 42 empresas estatales para la industria de química básica.
En un contexto de “raspación de olla”, las divisas por la venta del oro en la economía serán cómo colocar sangre a un zombi. Durarán unos meses, pero serán insuficientes.
Así que no se extrañe que de aquí a algún tiempo, el próximo paso para recomponer las RI será que el Gobierno compre dientes de oro (por incisivos se paga mejor), aros de divorcios no tóxicos, anillos de graduación de colegio privado, esclavas de hombres galanes, piercings de ombligo virgen, topos del Gran Poder, sillas del siglo XVI con pan de oro, cadenas de amor eterno, medallas presidenciales encontradas en latrocinios, monedas, y otros. Así que esté preparado sus muelas para venderlas.
Columnas de GONZALO CHÁVEZ ÁLVAREZ