Poder jesuita (I)
Un diario personal, y por lo tanto íntimo, que fue filtrado al periódico español El País, ha desatado la más grave crisis que la Compañía de Jesús ha afrontado en Iberoamérica en lo que va del presente siglo.
Y no es para menos. El diario era de un sacerdote jesuita español, Alfonso Pedrajas, que lo usó para descargar, así sea parcialmente, el peso de las culpas que cargaba por haber desarrollado, durante décadas, una actividad sexual prohibida por la moral y las leyes: la pederastia.
Pedrajas pasó gran parte de su vida en Bolivia, y por eso es que el caso nos incumbe. Durante todos esos años, no estuvo a cargo de parroquias, sino de centros de formación, en los que tuvo a su cargo niños en situación de vulnerabilidad, como el colegio Juan XXIII que funcionó en Cochabamba.
Para ponerlo más claro, la mayoría de los niños que se educaban y se educan en ese colegio no tienen dónde más ir porque allí también funciona un internado donde les dan albergue y comida. Ésa fue la situación que aprovechó Pedrajas para acosar sexualmente a decenas de sus estudiantes. Los que se quejaban o, peor, se revelaban, simplemente eran echados del lugar y se quedaban sin nada. Eso fue lo que denunció un grupo de exalumnos en un documento que se hizo público el martes.
Ahora bien… es preciso aclarar que, al abordar este caso, no se pretende juzgar a toda una orden, cual es la Compañía de Jesús. Por una parte, no se debe generalizar y, por otra, los errores de una persona, o de un grupo de personas, no son medida para el resto de su comunidad.
Lo que estamos viendo son hechos. El documento de los exalumnos dice, con todas sus letras, cuál fue el gran pecado de algunos de los jesuitas que llegaron a enterarse de lo que hacía Pedrajas: encubrimiento.
El propio cura pederasta puso en su diario que los provinciales de su orden se enteraron de lo que pasaba porque él se sinceró con otros sacerdotes. Uno de ellos, ya fallecido, José Arroyo, vinculado al papa Francisco, le aconsejó no tocar el tema en las confesiones y le dijo que no tenía por qué abandonar la docencia.
Pedrajas murió en 2009 y la Compañía de Jesús comenzó a investigar sus abusos en agosto de 2022. Aparentemente, lo hizo cuando periodistas de El País se contactaron con la orden pidiendo informaciones y contraparte. En otras palabras, previeron lo que se venía y decidieron actuar… solo entonces…
Yo no pretendo juzgar a la Compañía o al cura, sino repasar los hechos. La pregunta que todos nos hacemos es por qué ninguno de los jesuitas que se enteró de lo que pasaba hizo nada para cortarlo. Parecería que sentían cierta impunidad, dada la influencia mundial que tiene su orden.
Para mí, este doloroso episodio es motivo para recordar cómo fue que la Compañía de Jesús ingresó a Potosí, allá por el siglo XVI, y cuál fue la influencia que tuvo en lo que hoy son Bolivia y Perú.
Hablaremos de eso la próxima semana.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA