Cruzada por la justicia
Ha concluido una etapa de la epopeya de quienes quieren justicia en Bolivia. Se venció el plazo que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) fijó a los juristas independientes para reunir un millón y medio de firmas con el propósito de introducir cuatro reformas concretas y fundamentales en el sistema judicial, una de ellas en el proceso de elección de magistrados.
Dominado por militantes masistas e instrumentado por el poder Ejecutivo a través del ministro Lima-Limón (que anuncia públicamente las decisiones del poder Judicial o Electoral antes que ellos), el TSE puso la vara muy alta y enormes piedras en el camino: más firmas que para fundar un nuevo partido político y menos tiempo que para organizar cualquier proceso electoral.
A pesar de la estrategia para derrotar por el cansancio y la desesperanza, la ciudadanía respondió con entusiasmo y compromiso. Somos cerca de un millón de bolivianos (833.115) los que participamos con nuestra huella y firma, y apoyando mesas y brigadas móviles que se desplazaron a los barrios para explicar a la población las razones por las que era importante firmar. En el departamento de La Paz, pese a la adversidad, se recogieron 163.942 firmas. En Santa Cruz 304.990, en Cochabamba 204.269.
Todo el trabajo se hizo a través de voluntarios que tuvieron el coraje de resistir a los ataques verbales del Gobierno, y físicos de las huestes masistas que amenazaban a las personas que se instalaron pacíficamente en puntos clave de las ciudades. Esa tarea se hizo con enorme responsabilidad y dedicación, pero sobre todo con mucho compañerismo, lo que permitió constituir vigorosas redes de voluntarios a quienes quiero rendir homenaje en esta columna. No importa si el TSE oficialista invalida el gran esfuerzo, lo que importa es que volvimos a ratificar nuestra capacidad de organización y de movilización con base en el compromiso y no en las prebendas y chantajes, como suele hacer el Gobierno en sus movilizaciones.
Mi aporte fue pequeño. Estuve el primer día en la plaza Camacho de La Paz y mi firma figura entre las diez primeras del primer libro que firmaron los juristas independientes. Luego participé en contadas ocasiones en mesas de Calacoto y frente a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), cuyas autoridades, al igual que las de la Universidad Católica (UCB) dieron muestra de cobardía y de complicidad con el régimen del MAS.
En aquellas ocasiones, pero sobre todo leyendo el chat del Macro Distrito Sur, pude apreciar la valentía y el esfuerzo de varias decenas de personas, sobre todo mujeres, que se involucraron en esa digna tarea. El amor por la justicia y por la libertad se ratificó en aquellas mujeres que día a día, bajo el sol, la lluvia o el granizo (me tocó una granizada en San Miguel), se turnaron en la ciudad de La Paz para atender las mesas de firma, y para proveer con su aporte monetario los materiales necesarios: mesas, sillas, sombrillas, tinta, bolígrafos y alcohol.
No sería justo escribir lo anterior sin mencionar, aunque sea por sus nombres de pila, a algunas de las mujeres y varones más esforzados, aquellos que en el chat del Macro Sur X la Reforma compartían con alegría cada vez que cerraban un libro del TSE con 100 partidas. Pienso en Charo, Carmen A. y Carmen C., Silvia, Iván, Javier y Eliana, Georgi, Isabel, Kathia, Normy, Roxana, Rosalía, Ximena, Negrito, Pamela, Rosario, Rodmy, Georgina, Daisy, Carmiña, Cintia, Lourdes, María, Mery y Mary, Mercedes, Ceci, Luli, Roberto, Lia, María Elba, Emma, Ruth, Gina María y tantas otras que mostraron capacidad y compromiso. Sin duda no están aquí todas mencionadas, pero qué ejemplares mujeres (y algunos varones).
Más allá de los resultados que no deben desanimarnos, en tres meses se ha tejido una red de voluntades y amistades más valiosa que todas las presiones y el poder prebendal ejercido por el régimen para impedir que los ciudadanos se expresen a través de esta iniciativa popular.
Es cierto que no fue fácil. En un país con la pesada carga administrativa pública de 520 mil funcionarios, muchos de ellos pasaban de largo con los chalecos y gafetes de algún ministerio, olvidando que nosotros pagamos sus salarios con nuestra tributación. Es decir, muy ufanos con nuestra plata. La Paz, sobre todo, sufrió de esa indolencia y complicidad con el régimen.
También faltaron jóvenes, hubo pocos. Muchos son indiferentes y apáticos, y están más preocupados por los “peluditos” callejeros y por lo que sucede en su círculo cercano de diez amistades y 50 metros alrededor, que por el destino de este país sometido al autoritarismo que se ha enquistado en el poder con más violencia y corrupción que las dictaduras militares.
Columnas de ALFONSO GUMUCIO DAGRON