De racismo y piñas dentro del MAS
Unos días antes de Semana Santa el jefe del MAS se lanzó con un exabrupto que merecía comentario, no lo hice oportunamente porque de alguna manera no me nació escribir de mezquindades en medio de esa fiesta de guardar, llámeseme retrocatólico.
En efecto, Evo Morales hizo pública su ruptura con Álvaro García Linera, acusándolo de traidor, y de racista, dijo que esa traición era tal vez porque él es “indígena”, recurriendo al famoso truco de la victimización étnica que tan bien le ha funcionado a lo largo de su vida.
Es posible que algunos puedan ver algún rasgo racista en el exvicepresidente de Evo, aunque él ha proclamado que su gran sueño ha sido acompañar a un líder indígena en su toma del poder, en espacios un poco más íntimos, ni su corazón ni su piel se han inclinado por una warmi de las 33 naciones originarias que componen el Estado Plurinacional, sino que han optado por una joven que se parece enormemente a la reina de España.
Y sin embargo, aducir que es un racista es un exabrupto ridículo que denigra a quien lo pronunció. De paso, ayuda a darle también su justa importancia a esa victimización étnica que es moneda de cambio corriente desde que el MAS es un actor político en nuestro país. Vale decir, no es otra cosa que un truco de la lucha por el poder.
Una de las formas más canallas de atacar a un adversario es llamarlo de racista, y ese jueguito está tan internalizado en el MAS, que su jefe ha reaccionado automáticamente, y a asociado, a “librepensante”, con enemigo, ergo, racista, y así ha etiquetado a su fiel vicepresidente que con tanto arrobo le miraba vez que decía cualquier tontera en un acto público.
Lo curioso es que Morales, a lo largo de su vida política, más que perjudicado, en realidad se ha beneficiado con el hecho de ser indígena. Nadie niega el racismo latente y explícito que existe en nuestro país.
Pero en el caso de Evo, es su indigenitud, su aspecto indígena, su origen campesino, (más allá de su incapacidad para hablar ningún idioma originario), lo que le ha dado un espacio en la política, y lo que le ha permitido permanecer vigente pese a la colección interminable de sandeces que ha dicho y mal leído a lo largo de los casi 14 años que ha sido presidente del país.
Las barbaridades que ha dicho, los delitos que ha cometido, han sido ignorados (posiblemente por un paternalismo que no deja de tener un retrogusto racista), ante todo porque se trataba de un líder indígena, una especie de mesías andino.
En el interín, la lucha interna dentro del MAS ha seguido subiendo de tono, la semana pasada, el exministro Romero ha acusado a García Linera veladamente, vale decir a través de la publicación de textos de terceros, de ser el lobista principal del gobierno de Evo, y de haber creado una red de empresarios que se beneficiaron ampliamente de contratos con el Estado.
La pelea interna del MAS no solo es motivo de diversión para los opositores, sino que puede devenir en un verdadero bien para la democracia del país. La marca “Evo”, el culto a la personalidad, son actitudes y sistemas extremadamente dañinos para un sistema político sano, y son parte del paquete del autoritarismo.
Estas semanas hemos presenciado un empequeñecimiento de la imagen de Evo, y se está poniendo en evidencia que los años de bonanza, fueron en realidad años de despilfarro, si hubiera habido un José, en esos días —aunque tal vez lo hubo— el ruido de los motores del helicóptero no le permitieron, al faraoncito plurinacional, escuchar las advertencias.
Estos días estamos viendo ya a Evo desnudo, y a su exministro Arce también, pronto tomaremos conciencia de que si hay algo peor, mucho peor, que la democracia de pactos, es la que ejerce un partido hegemónico. El proceso de cambio está descascarándose por las circunstancias, y por la índole de sus actores.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ