El país del eterno presente
Evito ir al banco en la medida de lo posible. En gran parte por la irritante lentitud en la atención. Pero hay cosas en Bolivia de las que uno no puede escapar.
Hace unos días, concluido un trámite, me atreví a preguntar a la cajera si tenía dólares a la venta. Bien sabía que no, pero me interesaba conocer las explicaciones, o excusas quizás, que podía darme.
Como era de esperar, no había dólares en el banco. O en todo caso no había dólares para mí, simple ciudadano sin carnet del partido ni wiphalita en la solapa ni amiguetes poderosos en algún ministerio.
Lo que sí fue una sorpresa, sin embargo, fue el argumento, que se quería tranquilizador, de la amable cajera. Me pidió no preocuparme... porque el dólar dejaría pronto de ser una moneda importante. Me dijo, además, con la pastosa seguridad de los ingenuos, que el boliviano era “una moneda fuerte” y que en realidad ya no necesitábamos dólares para nada.
Me permití explicar a la joven que el actual gobierno estaba siguiendo los pasos de muchos de sus predecesores, haciendo cosas como negar la crisis, mantener un tipo de cambio artificial por decreto y perseguir a librecambistas. El resultado no sería diferente, por supuesto... Todos los gobiernos que enfrentaron el mismo problema, incluyendo a la infame e izquierdista UDP, terminaron devaluando la moneda de manera brutal y obligados por las circunstancias.
Añadí que el fin de la hegemonía estadounidense no sería mañana (ni antes de las próximas elecciones bolivianas) y que probablemente nuestro país, apenas en su infancia, tenía más chances de desaparecer el año próximo que el coloso americano.
Por supuesto, la cajera me miró con absoluta incredulidad. Ahí comprendí que la propaganda gubernamental era, dentro de todo, bastante eficaz. Seguramente la influencia del sistema educativo...
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ