El saqueo aurífero
Es estremecedor el reportaje publicado por Los Tiempos sobre el saqueo del oro en los ríos del norte del país que bordean el Parque Nacional Madidi y que amenaza a esta gran reserva de biodiversidad — una de las más ricas del planeta, según National Geographic— con la actividad depredadora de la tristemente expansiva minería aurífera.
A su paso, las cooperativas que explotan oro en esas ubérrimas y paradisíacas regiones sólo dejan eriales donde ya no crece la vegetación ni habita la fauna, en tanto que sus pobladores, sumidos en la pobreza, experimentan en carne propia la “maldición de las materias primas”, como si la fatalidad se hubiera ensañado en crear no uno sino muchos casos como el de Potosí en nuestro territorio. En Mayaya, y antes en Guanay o Teoponte, entre otros nombres que evocan una dolorosa quimera del oro, se envenena el río Kaka con mercurio, que a su vez contamina los alimentos y los organismos de los indígenas y de los demás pobladores de la zona.
Lo nuevo es que se conoce más acerca de la operación aurífera: en la zona trabajan decenas de empresas chinas —y también colombianas y nacionales— que se escudan en las cooperativas auríferas para depredar y evadir impuestos. El acuerdo espurio entre las voraces “empresas” chinas y las no menos codiciosas cooperativas auríferas, dotadas de permisos de la gubernamental AJAM, hoy convertida en un polo de corrupción, consiste en un trato del peor carácter rentista: las cooperativas pactan entre un 25 y 40 por ciento de las ganancias sin trabajar ni aportar capital de riesgo, mientras que sus socios asiáticos se quedan con la parte del león, de hasta un 75 por ciento de las operaciones o del valor del oro, a lo cual debe agregarse que no pagan un solo centavo en impuestos al Estado.
En consecuencia, debido a que los explotadores chinos del oro nacional se solapan detrás de las cooperativas auríferas, como si fueran parásitos que actúan en organismos que los aceptan felices de conseguir tales “socios”, se evade el pago del 37,5 por ciento del Impuesto a las Utilidades de las Empresas, el 13 por ciento de Impuesto al Valor Agregado, el 3 por ciento de Impuesto a las Transacciones y hasta un 7 por ciento de regalías para las regiones donde operan (la regalía o royalty es un gravamen a la explotación de un recurso natural no renovable). En términos reales, las regiones víctimas del extractivismo chino perciben tan sólo 2,5 por ciento de regalías y se espera que el erario público reciba apenas un 4,8 por ciento de tributo aurífero, después de la aberrante concesión fiscal del Gobierno al cooperativismo minero, tras dos días de bloqueo de las calles de La Paz, en lo que más parecía un sainete, porque el Ejecutivo no envió a la Policía a despejar tales obstrucciones viales, como en estos días sí lo hizo, y con extrema violencia, contra Santa Cruz, que enarbola un justo reclamo.
Es que los cooperativistas son aliados del Gobierno y entre bueyes no hay cornadas. El saqueo del oro nacional tiene una agravante: tal depredación se da a costa de algo mucho más valioso, que es la biodiversidad de nuestros bosques y ahora de las áreas protegidas, que se concibieron como el mejor legado a las futuras generaciones que habiten este territorio privilegiado por la naturaleza. No hay tal cuidado, conservación y amor a la Madre Tierra de los rimbombantes y pachamámicos discursos oficiales. Por el contrario, hay oro manchado con savia, que es la sangre de los bosques.