El discurso hipócrita contra las “drogas”
“No a las drogas, sí al deporte”, decía un llamativo letrero en el show caudillista de la “Copa Evo” y ello en pleno Chapare. ¿No es paradójico y extraño que este trillado discurso moralista y tradicional contra las “drogas” se repita en una zona en la que hace décadas se produce coca para la fabricación de cocaína? ¿Acaso los que utilizan la hoja de coca para el akulliko no indican claramente que la hoja chapareña no es apreciada para esos fines? ¿No estamos cansados de saber los bolivianos/as que hace décadas nuestra economía está ligada a la producción de cocaína gracias justamente a la vinculación de esta actividad con el poder? ¿Cuántos bolivianos/as todavía dependen de la cadena productiva ilícita de la cocaína?
Ante semejante panorama, lo más honesto y avanzado como país sería abordar el debate de la legalización y regularización de las “drogas” y, de esa manera, dejar de mentirnos respecto a la actividad (y consumo) de un buen número de bolivianos/as y sobre una pechoña e inútil campaña “antidrogas” que suena a total y cínica hipocresía en nuestro contexto. Además, allende las medias verdades cómodas o mitos sobre las “drogas” que muchos/as repiten como loros acríticos y sin investigar en serio, hay puntos importantes que pongo en el tapete para considerar la legalización y regularización de las “drogas” o algunas de ellas, tal como está ocurriendo en países menos autoengañados y con avances en la profundización de libertades que trae la democracia.
No es novedad para nadie que desde tiempos inmemoriales y pasando por diversas culturas, la humanidad ha recurrido a sustancias alteradoras de la conciencia. Lo interesante, es que ni siquiera ese consumo se remite sólo al Homo sapiens, sino también se encuentra en otros animales. Muchas sustancias “embriagantes” fueron descubiertas por el ser humano después de ver cómo algunos animales las engullían y presentaban comportamientos “extraños”. Es el caso del famoso hongo “Amanita muscaria” que suele ser devorado por renos y caribús y cuya presencia en la cultura popular es bastante anecdótica porque está aludida en tan “inocentes” fábulas como la de los renos de Papanoel, los pitufos y Alicia en el País de las Maravillas.
Si el influjo de estas sustancias es evidente en la historia humana, es notable cómo, como especie, hemos armado semejante zafarrancho por el tráfico y dispendio de algunas de ellas, que se han transformado en el centro de la conformación de corruptas, sanguinarias y macabras mafias que conocemos como “narcotráfico”.
Por demás está argumentar que la famosa “batalla contra las drogas” basada en la prohibición de las mismas fracasó estrepitosamente y, al contrario, lo que en el fondo ha fomentado es la constitución de temibles plutocracias delictivas que se alimentan y fortalecen, justamente, de la ilegalidad de ese mercado.
Sin embargo, lo que más llama la atención es el doble discurso social frente a las “drogas”, clasificadas en legales e ilegales, no tanto por sus consecuencias para la salud, sino de acuerdo a intereses oscuros que, como ciudadanos/as, apenas podemos sospechar.
Si investigamos los efectos de las “drogas” en el cerebro humano, no se puede negar que la cocaína y sus derivados, la heroína y otros opiáceos y diversos preparados sintéticos son peligrosos por el grado de adicción que conllevan, es decir, hay la posibilidad de que el consumidor se convierta en un esclavo de la sustancia.
No obstante, si también indagamos sobre las secuelas de las “drogas” legales como el alcohol y el tabaco, descubriremos que son altamente adictivas y que igualmente pueden provocar daños cerebrales de los que, obviamente, no se informa al consumidor. Ni qué decir de las llamadas “drogas de psiquiatra” (ansiolíticos, antidepresivos, pastillas para dormir, etc.) que tan sumisamente ingieren gran cantidad de personas porque “el médico ha recetado”. Otro ejemplo alarmante son los nuevos “estimulantes”, que se venden como pan caliente y todavía prometen que darán “alas”. ¿El gustoso de energizantes, tan promocionados en la publicidad, sabe lo que está bebiendo? ¿Qué hay de la adicción a la comida chatarra, a la cafeína o al azúcar?
Lo paradójico es que un país asiduo al alcohol como el nuestro, sustancia presente en casi toda expresión cultural y en una cantidad y frecuencia que hace que “Garganta de Lata” se vea, en comparación, abstemio, sea al mismo tiempo tan prejuicioso y cerrado para abordar el debate urgente sobre la legalización de otras “drogas”, como forma factible de mermar el narcotráfico y para prevenir las adicciones en base a la educación, la decisión informada y la rehabilitación y no en el marco de prohibiciones, tabús, doble moral que siempre tienen un efecto boomerang.
En ese sentido, ojalá pues que al calor de la borrachera colectiva típica de los “días patrios” se reflexionara con más honestidad sobre estos temas y no se anden con discursos hipócritas contra las “drogas” mientras empinan el vaso hasta quedar inconscientes.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA