Sobre el derecho humano de no hablar dos idiomas
Estamos en pleno proceso de elegir al nuevo defensor del pueblo, el ejercicio parece un tanto vano debido al tipo de gobierno que tenemos. El MAS no cree ni entiende el verdadero sentido de esa institución, que apareció hace no mucho tiempo en el mundo, en los sistemas democráticos más sofisticados. Lo que sucede es que los actores políticos tienen que estar convencidos de que no son dueños absolutos ni de la verdad ni de la corrección y tienen que tomar conciencia de que el abuso de poder es una enorme tentación para quienes lo detentan, no sólo en la cúpula del Estado, sino en todas las instancias. Y tienen que estar conscientes de que esa dinámica tiene que ser combatida.
Eso no lo cree el jefe del MAS y no le dan importancia quienes lo mantienen como su jefe. El expresidente Morales, en su momento, demostró inequívocamente que no entendía el sentido de esa institución.
Dentro de este desalentador marco, la exigencia a los postulantes de hablar dos idiomas oficiales es un requisito que no solamente es absurdo sino altamente discriminador.
No se crea que estoy en contra de que la gente hable o aprenda las lenguas originarias. Por supuesto que éstas deberían ser fomentadas (obviamente dentro de las posibilidades económicas del país) y sin lugar a dudas es un mérito y debería ser una ventaja en el currículum de un postulante el hablar un idioma más. Es sin duda importante, sobre todo en espacios donde una lengua es mayoritaria, que ésta sea enseñada en la escuela y es deseable que un idioma originario sea enseñado en todas las escuelas del país.
Pero el que alguien no pueda acceder a un trabajo en su país porque no domina un segundo idioma, o que no pueda ser elegido para un cargo por el mismo motivo, es discriminatorio y obviamente injusto.
Y aclaremos que aquí no se está saliendo en defensa de los mal llamados “kharas”, sino de la mayoría de los bolivianos que no habla un idioma originario. De hecho es posible que personas que hubieran tenido una educación bilingüe en colegios particulares caros tengan más facilidad para aprender un tercer o cuarto idioma, que aquellas que son monolingües, porque sólo accedieron a la deficiente educación fiscal. La discriminación, aclaremos, será la de siempre, a los más desfavorecidos. Pero hay algo más y es que hay personas que simplemente no tienen condición ni el talento para aprender idiomas. Para colmo a medida que avanza la edad la posibilidad de fijar nuevos vocabularios y formas gramaticales se va haciendo más pequeña.
Creo firmemente que el requisito del segundo idioma es una gran vulneración al derecho humano de ser elegido. Sí, ese mismo derecho que fue pringado por Morales en su intento por eternizarse en el poder.
Aclaremos también que ese requisito nunca fue cumplido verdaderamente por los funcionarios del Estado, electos o no, puesto que pasó a convertirse en un saludo a la wiphala, que se resolvía con un pequeño curso de uno de los idiomas originarios que, insisto, pudo ser suficiente para que algunos pudieran utilizarlo rudimentariamente y eventualmente no lo es para quienes tienen dificultades con los idiomas.
El reconocimiento de las 36 lenguas originarias como idiomas oficiales del país es sólo poesía demagógica y no sólo que es inaplicable, sino que como en el caso que nos ocupa puede ser, además de discriminatorio, perjudicial para la institucionalidad del país. Es posible que personas idóneas para el cargo de defensor del pueblo se abstengan de presentarse por el solo hecho de no hablar un idioma originario y no estar dispuestas a mentir diciendo que lo hacen por pasar un cursito y tener un certificadito.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ