¡Y dale con el cambio climático!
El otro día llovió. Fueron unas gotitas que ojalá se transformasen en aguacero que retumbe en mi techo, encapotado y frío que amaneció el día. Insisto en que si me preguntasen cuál es el tema del momento, diría que es el cambio climático. Caduco el viejo, dirá alguno, pero no tengo miedo de la Covid-19; y ni con pildoritas o bombitas sobaqueras quizá ni Jesucristo podría resucitar a mi Lázaro flojonazo; y me causa risa sardónica la política criolla de este país digno de mejor suerte. El Día del Amor, del Médico y de la primavera y la gracia juvenil me supo a burla.
No soy el único, pensé, al enterarme de que en Bruselas se quejan de motociclistas que se creen más potentes si el escape de sus motos es más estruendoso. Han impuesto un techo decibélico de ruido permitido sin dañar tímpanos y temperamentos. En mi ciudad la humedad disfrazó el palio usual de aire contaminado, mientras arrecian las motocicletas, el incesto y las violaciones.
No todo es bonhomía y buen humor. Siete millones de seres humanos mueren cada año a consecuencia del aire envenenado. Sin contar el daño auditivo de escapes ofensivos de motos y autos “liberados”, cuyos salvajes quizá se creen Brando por llamarse Marlon. ¿Estaremos en camino a una nueva especie de “homo sordus” que prefiere el ruido a una sonata de Mozart?
Montoneras con pancartas marchaban en Praga, Berlín, Roma, Madrid y, sorprendía, Nueva Delhi, clamando por mayor atención al cambio climático. Parecían jóvenes gritando “lobo, lobo” y nadie hace caso, porque más resonancia tienen maniobras militares en Rusia o Polonia. Los victoriosos talibanes ahora reclaman ayuda internacional de los derrotados, mientras ¡guay! de las mujeres sin trapos negros de la cabeza a los pies. En EEUU, un cuarto de su gente rehúsa vacunarse por hacer caso a su demagogo, y a Bolivia no llegan las dosis de caridad necesarias. De China y Rusia, aclaremos, porque de las estadounidenses y europeas solo irrigadores sanguíneos se conocen.
Todavía reúne multitudes Greta Thunberg, la niña sueca que enarbola la bandera verde en contra de la contaminación ambiental que llevará el planeta al abismo. Pero su devenir de niña a mujer ya despunta en sus pechos núbiles y me pregunto, cínico que soy, cuántos de los lobos matreros que la rodean esperan que el manguito pintón madure a sabrosa fruta amarilla, que haya que halar del árbol sin que caiga al suelo de la vida y se malogre. ¿Será que habrá otras abanderadas, tal vez de piel morena?
Hace poco un amigo no se sustrajo a la costumbre de los “encargos”, sintomático de un país que no supera su invertebración. Un bestseller que me envió desde Estados Unidos fue Prisoners of Geography de Tim Marshall, que aún no he leído, pero que en su cubierta habla de diez mapas que explican todo sobre el mundo. Tamborileo la importancia de la geografía, materia para la que me ayudó la filatelia, afición que me abrió los ojos no solo a saber que Tombuctú está en África, sino a entrever la importancia de los caminos, que son las venas y arterias que irrigan el cuerpo de las naciones prósperas.
En la Bolivia cercenada por todo lado, es la geografía que ha conspirado para que nuestro país recién se dé cuenta de que, más que altiplánico, es de las tierras bajas allende los Andes; que el comercio es la más lucrativa de las empresas humanas.
Hoy en día el discurso oficialista parece haber mutado a uno más inclusivo, abarcando a sectores mestizos que constituyen la mayoría del país. Eso parece suceder en Santa Cruz. La controversia política sigue vigente, pero centrada en símbolos fatuos. La bandera tricolor nacional despinta a un colorido multicolor que más tiene del hispano Flandes que del altiplánico Orinoca; quizá ni los cambas conocen la flor de patujú que adorna el albo pendón de las tierras bajas.
Sin embargo, los asaltos sucesivos para enarbolar trapos simbólicos demuestran, una vez más, que se prefiere la pulseta demagógica a los objetivos nacionales. ¿Qué pasó con Puerto Busch y el acceso al mar por la hidrovía Paraguay-Paraná? ¿Llevaremos soya de la brasileña Rondonia por el Rin boliviano, la hidrovía Ichilo-Mamoré? Los pececitos amazónicos que quitaban el sueño a Choquehuanca inhibieron la hidroeléctrica y las esclusas en el río Madeira, ¿será que se fortalecen los ríos con el mercurio venenoso de lavadores de oro en remotos cursos de agua?
Habría que contratar a Les Luthiers para que compongan un yaraví satírico y llorón: Oteando al Litoral. Mientras la hidrovía Paraguay-Paraná se usa para remolcadores pícaros, la hidrovía Ichilo-Mamoré poco menos que existe y falta un flotador infantil para la piscina en el museo de Orinoca.
Mientras tanto, se cierne la nube negra del cambio climático, al tiempo que el Choqueyapu provee el perfume a la Casa del Pueblo y el río Rocha es basural en el valle de las flores.
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO