Pasaron 10 años de la partida de Osvaldo Monasterio Áñez
El 23 de agosto de 2011 —diez años atrás— falleció en la ciudad de Buenos Aires el empresario Osvaldo Monasterio Áñez, tras sobrellevar una penosa enfermedad. Este ciudadano boliviano de calibre mayor nació en Santa Cruz de la Sierra el 23 de marzo de 1926; tuvo una proficua vida plena de emprendimientos y logros en la actividad privada. También sirvió al país como senador de la República y embajador ante el Reino de España, entre otras muchas actividades que desarrolló a plenitud y con honor.
En su juventud se casó con la dama boliviana Lesma Nieme Hurtado; la pareja tuvo cuatro vástagos: Ernesto, Osvaldo, Patricia (+) y Fernando. Siguiendo el ejemplo de vida inculcado por los padres y en función de valores propios, los hermanos formaron una férrea unidad que permitió consolidar exitosamente las iniciativas de Osvaldo padre, llamado por su sobrenombre “Pato”, entre sus amigos cercanos.
Nuestro personaje sembró, trabajó duro y cosechó, pudo así recoger con satisfacción y orgullo los frutos legítimos de su labor. A los 19 años fundó su primera empresa y prosiguió activo hasta el fin de sus días.
El tiempo que pasa no retorna jamás, por eso hay que saberlo aprovechar debidamente. Un ser capaz de valorar sus días y navegar al ritmo del tiempo que marca el momento —sacando ventaja sanamente de las oportunidades de la coyuntura que se le presentan— será un gigante, siempre que en paralelo lo acompañen una férrea voluntad, fe en sí mismo, capacidad de esfuerzo y una familia unida. Se necesita además coraje para vencer envidias y obstáculos diversos, entereza para avanzar sin desfallecer y modestia para triunfar sin jamás dormirse en los laureles.
No hay almuerzo gratis en la vida del que trabaja y procura un objetivo, todo debe realizarse con el estímulo de una fuerte voluntad plena de capacidad creativa y sin amilanarse ante temporales adversidades. El auténtico coraje configura sus propias fortalezas: valentía, vitalidad, integridad y persistencia. Así se llega al éxito, no se accede a él con una lámpara mágica ni la buena fortuna cae del cielo. Y por eso son pocos los que logran triunfar plenamente. El que lleva en su interior la llama de la ambición constructiva sabe avanzar derribando cualquier obstáculo con su propio esfuerzo y siempre con realismo, con los pies sobre la tierra.
Uno de esos seres singulares fue sin duda alguna Osvaldo Monasterio Áñez. Desde su juventud miró a Bolivia como el espacio natural para cumplir sus sueños, desarrollar proyectos y posteriormente canalizar inversiones. Nada lo detuvo ni arredró nunca, fue un titán en su campo, uno como pocos en el país en materia de emprendimientos. Su huella ha sido fecunda en el país como pionero de la biotecnología ganadera, impulsor de medios de comunicación, del comercio, de la industria. Pato fue también un visionario creador de cooperativas e instituciones, al mismo tiempo que defendió siempre a los integrantes del sector agropecuario, sean éstos grandes, medianos o pequeños productores.
Todo este fértil ciclo de iniciativas marcó el rumbo de Osvaldo Monasterio Áñez como dinámico emprendedor, generador de fuentes de trabajo y notable persona. Jamás será olvidado entre quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
El autor es economista y politólogo, www.agustinsaavedraweise.com
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