¿Qué fue Stonewall?
Aún somos la contradicción, lo sabemos. Pero hay momentos de resarcimiento histórico, y son momentos vitales, uno que cabe destacar es que en el año 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió descartar la homosexualidad del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y otro sucede en mayo de 1990 cuando la OMS eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas y aunque estas enmiendas llegaron tarde, se hicieron para que las generaciones futuras puedan volar, aunque lastimosamente con igual carga de prejuicios y sistemas feroces de discriminación.
Al escribir esta columna en un junio que ya se va, pero que nos recuerda que es el Mes del Orgullo, cuando las comunidades LGBT se unen para recordar que hay una realidad que atestigua lo diversa e infinita que es la construcción de las identidades en el mundo, no podemos dejar de mencionar que, según la ONU, hay territorios que criminalizan la homosexualidad y en seis países se la sanciona con pena de muerte. Según el portal France24: “Arabia Saudita, Irán, Sudán, Yemen, provincias de Nigeria y Somalia castigan la homosexualidad con la pena de muerte”, sin embargo, esta misma fuente informa que 123 países que son parte de la ONU no la consideran más un crimen y por lo menos la mitad de ellos exigen legislaciones para su protección.
En este sentido, debemos –como sociedad que pretende ser inclusiva y no como parte de ese desgastado discurso de corrección política– abrir las fronteras mentales y actitudinales, porque si pretendemos acaso ser interculturales, no podemos pensar que somos “muy buenos muchachos” al “tolerar” y no generar verdaderos espacios de inclusión y diálogo.
Aunque la mecha estaba ahí, fue en Stonewall, un bar gay de Nueva York, donde la llama ardió en 1969, donde se vivieron intensos disturbios que sirvieron de catalizador para la comunidad que sufría del constante acoso policial y social, y después se desencadenaron las movilizaciones pro derechos LGTB a lo largo del mundo. Así, nuevamente la calle tuvo que ser el escenario de confrontación y el espacio de evidencia de que las sociedades y las leyes parecen ignorar eso que bulle, lo que está y nos enriquece como humanidad, porque mientras más diversos somos más caminos podemos recorrer.
En este junio que finaliza desde esta columna celebramos la irrupción continua y sostenida de la comunidad LGBTQI+ y hoy más que nunca recuerdo y cito un extracto del manifiesto de Pedro Lemebel titulado Hablo por mi diferencia: “Hay tantos niños que van a nacer… y yo quiero que vuelen compañero, que su revolución les dé un pedazo de cielo rojo para que puedan volar”. Y queremos que vuelen con nosotros como pares en este viaje de lo humano y que tengan esa posibilidad como todos.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO