Cancelado
Deambular por la geografía del Internet permite generar espacios de construcción de identidades, proyectar eso que deseamos que los demás perciban de nosotros. En un tiempo de emergencia sanitaria donde se han restringido muchas libertades, hemos recurrido a las simbólicas para conservar algo de cordura, aquellas donde podemos sentirnos conectados con todo lo que en el “afuera” se ha desconectado.
El tema de la libertad supone independencia y un pluralismo de opiniones, sin embargo, desde un tiempo reciente, la denominada “cultura de la cancelación” es un concepto que está siendo visible en una diversidad de frentes. Victoria De Masi, en su artículo La cultura de la cancelación, la nueva variante del escrache, explica que “se denomina “cultura de la cancelación” a retirar apoyo público o financiero a aquello que vaya en contra de un precepto moral o una causa social, o que interpele a la corrección política con un dicho o una acción”.
En la publicación Estás cancelado, Paulette Delgado define la cultura de la cancelación como “retirar el apoyo a una persona que dijo o hizo algo ofensivo”. En 2019, el Macquarie Dictionary eligió término del año a este concepto.
En esta línea, los personajes animados Pepe Le Pew y Speedy Gonzales han sido cancelados, el primero por naturalizar una cultura del acoso y el segundo por exponer a los mexicanos como borrachos y flojos. Aquí vale la pena preguntarse si cancelar es una política efectiva, no olvidemos que la naturaleza humana tiende a percibir como más seductor aquello que se le prohíbe En este contexto, dudo de la garantía de llevar a un destierro, en este caso a personajes de los que más bien deberíamos discutir abiertamente, generando una sociedad que tenga la invalorable libertad de elegir qué contenidos desea consumir.
En un tiempo de autopistas de la información, donde el acceso al conocimiento se ha democratizado, es vital que el ciudadano digital tenga la posibilidad de formar criterios sólidos sobre qué estereotipos son negativos o qué contenidos atentan contra la dignidad de los géneros. Ahí es donde debemos incidir ya que el conflicto no se anula con una cancelación, lo importante es avivar un debate público ¿Acaso no es esa la idea de la democracia? ¿No deberíamos más bien generar una cultura de la reparación?
En el libro Para leer el pato Donald de Armand Mattelart y Ariel Dorfman (1972) se hace una disección esclarecedora y certera de estos dibujos como reproductores de una ideología dominante, he ahí la clave de cómo generar pensamiento crítico y no plantear un cese completo de estas tiras. No subestimemos la capacidad del público de formarse un criterio si tiene las herramientas suficientes. Por tanto, debemos cuestionar la cancelación como estrategia de condena pública y si vamos a discutir sobre dibujos animados también debemos pensar las violencias que tiene en general el reguetón, los reality shows o el periodismo sensacionalista ¿Vamos a cancelar todo? ¿No sería más efectivo generar una cultura que libremente decida no consumir pese a la existencia de estos productos mediáticos?
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO