Lo que extraño
No sé si haya un cierre final para estos tiempos pandémicos. No sé cuándo llegarán las vacunas, no sé si perderé el resquemor a ellas, las dudas son reales y las preguntas muchas. Lo obvio es que debemos informarnos y sopesar la fuerza de los argumentos de defensores y detractores. Tendremos que alargar esta eterna paciencia y mantener los rituales de bioseguridad que se han incorporado al yo social. Con estas nuevas formas de vivir en la ciudad y con las distancias que se vuelven dolorosas, hay cosas que definitivamente extraño.
Extraño todas las cosas dadas, las obvias, esas que se daban por sentado. Los abrazos, puedo decir con total seguridad que ha pasado un año sin abrazar a mis afectos. La ritualidad del domingo con mi padre, nos gustaba dar largos paseos en el valle y perdernos por las callecitas de algún pueblo. Extraño poder vivir esos eternos domingos a su lado. Extraño esa cotidianidad celebrante donde pese a las incertidumbres típicas que la vida nos dejaba teníamos familias reunidas, donde él y muchos que pertenecen a la denominada “tercera edad” tenían libertad para poder establecer sus propias rutinas en la ciudad, cosa que ahora se ve restringida por los cuidados que deben observar dada su edad y porque se constituyen en un grupo de riesgo. No sé si él podrá recuperar la confianza de volver a vivir la vida que tenía antes de la pandemia. No sé si una vacuna le devolverá la confianza, esperemos que sí.
Extraño viajar, extraño los viajes cercanos y los viajes más largos, cuando podía irme a conocer nuevas geografías. Lo decía el poeta Cesare Pavese: “No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos”, tan cierto. Y esos momentos que permiten los viajes son los vitales y nos recuerdan que viajar es necesario, que urge de tanto en tanto sacudirse y lanzarse a esos otros espacios donde somos otros, quizá mejores, más abiertos; más relajados. Según José Manuel Moltó, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología, hay tres elementos claves para la salud cerebral, esta se consigue mediante la búsqueda de la novedad, la variedad y el desafío. Viajar cumple con los tres.
Extraño bailar, extraño las multitudes, el desorden tropical que tenía esta ciudad. Extraño las celebraciones de todo tipo y origen. Extraño la geografía de la fiesta con su propia biósfera. Extraño la vida sin tanto miedo, sin tanta paranoia. Extraño la vida antes de los barbijos y este ahogo permanente, extraño no tener los lentes empañados. Esta forma de extrañar la vida de antes es permanente, sé por de más, porque todos lo dicen, que debemos acostumbrarnos a esta nueva normalidad, vale, pero esta normalidad reciente apesta y tiene una dolorosa pedagogía, ahora las asimetrías sociales son más desgarradoras. La gente muere, la gente pierde sus trabajos y pierde la calidad de vida. Por ello extraño tener esperanza, creo que la pandemia de forma progresiva y letal se lleva la esperanza de tiempos mejores, esos que esperábamos y realmente creíamos posibles.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO