La vacuna, una contribución cimera de la ciencia
Hacia finales de 2019 nadie estudiaba la Covid-19 porque no se la conocía. El coronavirus SARS-CO-V2 que provoca esa enfermedad no hacía mucho que surgía en humanos, por lo que no se lo había identificado. Pero en marzo de 2020 ya aparece en 170 países enfermando a 750.000 personas y provocando el esfuerzo más grande de la ciencia moderna.
Miles de investigadores de toda latitud, con mayores o menores medios, estudian actualmente la Covid-19 en pos de la vacuna o vacunas que por fortuna empiezan a producirse en escala en los países pudientes donde la gente empieza a vacunarse. Desde luego, se espera que cuanto antes llegue a los países menos pudientes y al mundo entero, y que el virus no mute y amenace como el B.1.1.7 de Inglaterra. Al respecto, vale la pena rememorar el doloroso peregrinaje que ha significado llegar a la apoteósica palabra “vacuna,” su génesis e inmenso significado en la historia del ser humano.
La palabra “vacuna” se deriva del latín vacca o vaca, y abajo veremos por qué. En general toda vacuna es una sustancia compuesta de microorganismos neutralizados o muertos que se introduce en el organismo para prevenir ciertas enfermedades infecciosas estimulando la formación de anticuerpos que inmunizan al organismo.
La primera vacuna exitosa que cambia la historia es contra la devastadora viruela, que el siglo XVI reaparece en Europa, pasa a América avanzando incluso más rápidamente que los conquistadores y frailes. En 1520 hace estragos entre los mexicas (“azteca” es de la enciclopedia francesa) durante el sitio de Tenochtitlán. Al incario llega antes del arribo de Francisco Pizarro, mata a Huayna Kapac, da pie a la guerra civil entre Huáscar y Atahuallpa, y causa un desastre demográfico en el Tahuantinsuyo que a principios del siglo XVI tenía 14 millones de habitantes, en tanto que en en el siglo XVIII solo cuenta 1,5 millones. En Chile coarta el avance de los mapuches tras la muerte de Pedro de Valdivia. En España provoca la muerte del rey Luis I durante la desvastadora epidemia del siglo XVIII. En el resto de Europa hizo estragos.
Esa primera vacuna la descubrió el médico francés Eduard Jenner en 1796. Según la OMS, ayudó a poner fin a “una de las enfermedades más mortales conocidas”. Jessica Q. R., en el sitio todo-mail, cuenta que “Jenner se dio cuenta de que su lechera, Sarah Nelmes, tenía lesiones en las manos con las que ordeñaba las vacas, pero fuera de eso estaba perfectamente sana”, eso llamó la atención al médico que decide experimentar e inyecta el pus de Sara en el brazo del niño James Phipps, luego le inyecta “una dosis de viruela” y Phipps se mantuvo sano. Gracias al descubrimiento del doctor francés se erradica la viruela, al punto de que hoy la vacuna se ha hecho incluso innecesaria.
Otras vacunas importantes son la de la poliomielitis, enfermedad muy infecciosa que se transmite por contagio o a través de alimentos y agua contaminados. El virus daña las neuronas sobre todos de los niños causando parálisis parcial o completa. Se busca la vacuna desde los años 30; en 1955 surge la muy eficaz del Jonas Salk.
Y existe también la vacuna MMR, contra el sarampión, paperas y rubiola que se la aplica a los bebés a los 12 y a los 15 meses. Es eficaz contra el sarampión, uno de los virus más contagiosos que en el mundo no está erradicado del todo. La Tdap contra el tétanos, la difteria y la tos ferina; y la VPH que ha llegado a ser muy eficaz contra el cáncer uterino. Pero la de la Covid-19 ojalá haga época… y que la ciencia y los científicos sean reconocidos más que nunca.
El autor es miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua
Columnas de JORGE V. ORDENES-LAVADENZ