La incertidumbre: ¿nuestra única certeza?
“El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son (…) ‘Miedo’ es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer –a lo que puede y no puede hacerse–”.
Así relaciona, el filósofo Zygmunt Bauman (2006), al miedo con la carencia de certezas. La reflexión data de hace más de una década. Sin embargo, se hace pertinente al concluir 2020: un año que se caracterizó precisamente por el temor y la duda permanentes, producto de la pandemia de la Covid-19.
Hoy, la pregunta es: ¿la incertidumbre: será nuestra única certeza en el futuro próximo?
Para Bauman, la incertidumbre está estrechamente relacionada con tres elementos fundamentales: la necesidad del permanente cambio, la falta de compromiso y la individualización. Todos estos, atravesados por el dominio del consumo sobre las relaciones sociales, humanas.
La necesidad del cambio constante se ve reflejada en la permanente demanda para renovar la casa, el guardarropa, la pareja, etc. La búsqueda continua de los sujetos para satisfacer esta expectativa motiva la incertidumbre. No se tiene certeza sobre qué cambios se “necesitarán” acordes a las nuevas expectativas que genere la sociedad.
No obstante, para el año 2021, la certeza es que “la humanidad seguirá adaptándose a vivir con el virus” (S. Chankova-The Economist, 17-11-2020). En consecuencia, el cambio generado por la pandemia se mantendrá. Es una compleja proyección, pero limita la sorpresa colectiva frente a la vigencia del virus, que se manifestó en la gestión que concluye.
Por otro lado, Bauman (2003) indica que el amor es visto como “un préstamo hipotecario suscrito a cuenta de un futuro incierto e inescrutable. El amor puede ser (y a menudo es) tan aterrador como la muerte”. El autor atribuye a la incertidumbre, la razón y la consecuencia de la falta de compromiso en las relaciones afectivas. Una condición contemporánea que fragilizaría el vínculo humano; más aún, con la masificación de la interacción virtual.
Esta última motiva las redes de contactos antes que las relaciones; permite las acciones de “bloquear” y “silenciar”, imposibles en la presencialidad; incrementa la incertidumbre, pues la presencia del “otro” trae más certezas que la pantalla tras la que se pueda posicionar.
En el contexto de la pandemia, ha sido inevitable el protagonismo del contacto virtual. El distanciamiento social motivó el uso de alternativas tecnológicas. Asimismo, el miedo al contagio del virus ha limitado el relacionamiento social. Ergo, los vínculos se han visto más afectados e inciertos.
En consecuencia, otra certeza para el futuro recae en la urgente necesidad de cuidar y fortalecer los lazos afectivos. A su vez, esto contribuiría a lidiar con otro de los puntos que Bauman vincula con la incertidumbre: la individualización.
Esta condición se ha generado a partir de una polarización de las elecciones individuales en el contexto contemporáneo. Los sujetos tienden a priorizar cada vez más su propia satisfacción, que la del colectivo.
Un ejemplo en el contexto de la pandemia de Covid-19 es la vigente discusión del uso del barbijo. En varios países, hay ciudadanos que reclaman el respeto a su elección individual para prescindir del tapabocas. No obstante, en esa demanda se olvida el cuidado particular y colectivo que esta prenda representa.
Mientras tanto, no hace mucho, los mismos ciudadanos pretendían satisfacer su nivel de incertidumbre al realizar compras desproporcionadas de papel higiénico u otros “indispensables”. Esto responde a la crítica de Bauman, expresada en La Vanguardia (12-01-2012): “todos los problemas se pueden resolver comprando, y esto induce a error, nos debilita (…) priva las habilidades sociales”.
En consecuencia, para lidiar con la incertidumbre y las condiciones contemporáneas, el filósofo sugiere “hacer que la sociedad sea más benevolente, menos hostil, más hospitalaria a las opciones más humanas”. Y esa tendría que ser nuestra principal certeza.
La autora es investigadora y profesora en estudios sociales y de la comunicación
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