De “blancones” y afines
Los delitos sexuales se han multiplicado tanto en Bolivia que ya no nos escandalizan como antes. Si el país entero se estremeció en el banzerato con la violación que sufría una muchacha de parte de su padre y hermanos, el público de hoy en día solo se indigna en determinados casos.
Quizás por eso, pocos se ocuparon del caso de una adolescente que fue brutalmente violada y después asesinada en Oruro. Tres de los cuatro acusados fueron condenados a seis años de cárcel por ser menores de edad y la reacción del público ante la noticia fue de conformidad. “Es que eran menores”.
¿No había que opinar sobre lo sucedido? ¿Es que una mujer puede ser emborrachada y vejada brutalmente con tubos y palos y nosotros tenemos que seguir de largo solo porque sus asesinos son menores? Nadie iba a cambiar la sentencia, pero lo mínimo que debíamos hacer era hablar del asunto.
En cambio, otra sentencia acaparó la atención de la opinión pública, la que condenó a 30 años de cárcel a William Kushner. Tanto impacto tuvo que, todavía ahora, hay decenas de cuentas en las redes sociales en las que aparecen fotografías o mensajes vinculados al caso, ya sea a favor o en contra.
No voy a referirme al contenido de la sentencia, sobre la que sigue el debate, sino a la forma de proceder de la gente desde el momento mismo en que comenzó el juicio, hace cinco años. Entonces, personas que llevaban años sin hablarme, me escribieron para expresar su ira por la acusación. Legalmente, el sentenciado es un boliviano más, como usted, como yo, por eso es que hace cinco años me pregunté, como ahora, por qué había tanta atención en torno a este caso.
A la hora de determinar qué hecho es noticioso y cuál no lo es, el periodismo utiliza los factores de interés de los que el comunicólogo Erick Torrico ha identificado hasta 14. En cinco años que duró el juicio, ¿cuál se le ajustaba? No se podía hablar de prominencia, porque no era autoridad, ni siquiera alguien famoso, y el elemento del dramatismo del caso se circunscribía a los involucrados.
Solo el análisis del proceso desde una disciplina distinta a la del periodismo dio una respuesta: el inveterado racismo de los bolivianos.
Comparando el interés de la gente en otros crímenes de los últimos cinco años, encontré que la mayoría de los casos eran olvidados después del impacto inicial. El de Kushner no, por una razón que no tiene que ver con la criminalidad: él provoca empatía debido al color de su piel y su origen familiar. Es lo que todavía muchas madres y abuelas llaman “gente bien”, con esa misma lógica que se celebra que un niño haya nacido “blancón”, o que se le diga “choquita” a la niña con el cabello más o menos castaño.
No se trata de justicia, sino de algo mucho más complejo…
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA