Hay que recuperar el Programa de Manejo Integral De Cuencas (Promic)
Hace dos años, el 3 de febrero de 2018, la torrentera Taquiña destruyó muchísimas viviendas y sepultó a varias personas. A raíz de ese desastre recorrí toda la zona afectada y llegué hasta Linkupata, donde se originó la mazamorra, observando paso a paso los daños causados a las obras de ingeniería civil, hidráulica y forestal construidas y plantados por la Corporación de Desarrollo de Cochabamba (Cordeco) desde 1976, cuando se hizo cargo de todas las torrenteras del departamento de Cochabamba.
Esas obras y acciones fueron consolidadas, después de muchos años de experiencia, en un proyecto piloto de investigación-acción que llamamos Programa de Manejo Integral De Cuencas (Promic), creado en 1990 para atender específicamente 39 cuencas que bajan de la cordillera del Tunari al río Rocha, financiado con recursos económicos de Cordeco y el cofinanciamiento de la Cooperación Técnica Suiza (Cotesu), institución con la cual ya veníamos trabajando desde muchos años antes en el Proyecto de Plantaciones Forestales Valles, con oficina y centro de producción en Chimboco, de propiedad de Cordeco.
El Promic fue una dependencia descentralizada de esta institución de desarrollo departamental y seguía sus lineamientos estratégicos de planificación y ordenamiento territorial, en este último caso orientado al manejo de cuencas, localizándolo en la subregión del valle Central, que ahora corresponde a la región metropolitana.
Entre 1991 y 1995 se realizaron los estudios integrales en las 39 cuencas, desde Sipe Sipe hasta Sacaba, empezando por la cuenca piloto Taquiña donde se combinaron los estudios técnicos con los trabajos prácticos de manejo integral, desde las cabeceras de montaña hasta su conexión con el río Rocha.
Esa metodología se aplicó a las restantes cuencas. Ese manejo era participativo en la ejecución de obras y también en muchos casos en el diseño técnico. Desde la forestación en la parte alta, donde viven las comunidades campesinas que se hacían cargo de las plantaciones y su cuidado posterior, hasta las obras civiles e hidráulicas en la parte baja, donde los vecinos de las torrenteras aportaban con su mano de obra en la colocación de los gaviones. Otras obras más complejas eran ejecutadas por administración directa o, en algunos casos, con la contratación de pequeñas empresas con experiencia profesional.
Cuando subí a Linkupata después del desastre de 2018, constaté con mucha nostalgia que las obras construidas por Cordeco-Promic habían sido destruidas por la mazamorra. Resistieron los duros embates de las lluvias, del lodo, las piedras y la fuerza de las aguas durante 25 años y más, totalmente abandonadas, sin mantenimiento ni mejoramiento alguno por las autoridades prefecturales y/o municipales. Después de ese desastre había que empezar de nuevo, pero actualizando los estudios técnicos y la experiencia práctica de Cordeco–Promic y con ese aporte mejorar las construcciones para que sean más duraderas que las obras anteriores.
Pero esto no ocurrió; los nuevos actores, alcaldías y gobernación, licitaron los proyectos de gaviones aliviadores y otras obras de calidad inferior a las construidas en el pasado; por eso la mazamorra que bajó en días pasados arrasó en pocos minutos estas construcciones nuevas, afectando a más gente, a más barrios, con mayores daños que la primera riada, con excepción de las vidas humanas.
Estas nuevas obras desaparecieron en menos de dos años. ¿Qué pasó? Los nuevos actores se aplazaron, así de simple, porque se olvidaron de construir obras de ingeniería de mayor calidad y resistencia a los embates de los posibles derrumbes, compatibles con los estudios técnicos actualizados de Cordeco–Promic que debían ser aplicados.
Es más, también se olvidaron de hacer respetar las franjas de seguridad y áreas verdes delimitadas por ese programa, tanto en la cuenca Taquiña como en las demás cuencas donde los asentamientos humanos, con la venia de las autoridades municipales, redujeron el ancho de la torrentera a simples canales que llegaron y se desbordaron con esta última riada hasta en los barrios cercanos a la avenida Blanco Galindo.
Manejar cuencas no es igual que construir canchas deportivas, levantar escuelitas o asfaltar calles, es mucho más complejo; requiere atención permanente, trabajos especializados e interdisciplinarios y algo muy importante voluntad y vocación firme de servicio a la comunidad y al bien común ciudadano. Hay que sumar además la transparencia y la eficiencia técnica y social en la gestión de estos programas, los cuales crean liderazgo y autoridad.
Por eso, el programa Cordeco–Promic es recordado por toda la población rural y urbana de la región metropolitana, reclamando para que nuevamente se recupere al Promic en su concepción original, cuando inició sus actividades en 1991, trabajando con la gente, con las comunidades rurales, con los vecinos de los barrios urbanos, con las autoridades y la cooperación internacional.
Por esta razón para la región metropolitana de Cochabamba no hay ninguna institución pública ni privada con la autoridad del Programa de Manejo Integral de Cuencas que lamentablemente fue abandonada por las autoridades pasadas.
El autor fue gerente de Cordeco
Columnas de GUIDO ESPINOZA TERÁN