Cochabamba y sus áreas verdes
Una serie de informaciones que reiteradamente suelen ser publicadas en las páginas de este matutino, nos recuerda insistentemente que los cochabambinos tenemos una asignatura pendiente con nosotros mismos y, sobre todo, con las futuras generaciones. Nos referimos a las informaciones que dan cuenta del constante deterioro de la calidad ambiental de Cochabamba y sus alrededores.
Entre ellas se destacan, por ser la que sintetiza todas las demás por ser su más directa consecuencia, las que ubican a nuestra ciudad entre las más contaminadas del mundo.
Muy ligado a lo anterior está el vertiginoso ritmo al que está siendo destruida la cobertura boscosa del departamento de Cochabamba en general, y de las zonas aledañas a la conurbación urbana en especial. Según los datos de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT), en el departamento se destruye un promedio de 10.000 hectáreas de bosques anualmente.
En lo que al área metropolitana se refiere, el panorama es aún peor. Tanto, que ya ni siquiera se lleva la cuenta de la extensión de áreas verdes que a diario son destruidas en los municipios que constituyen la conurbación urbana y sus alrededores. La autorización descontrolada de autorizaciones para cambio de uso de suelo para el avance de la mancha urbana es la principal causa, agravada porque no se respetan las normas que obligan a la preservación del 20% de la superficie urbanizada, para áreas verdes.
La relación entre ambos hechos es directa. Por eso, la OMS recomienda para las ciudades una relación de 15 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y fija en 9,2 el mínimo aceptable.
Nuestra región metropolitana, a pesar de ser una de las mejor dotadas por la naturaleza para hacer honor al lema de “Ciudad Jardín”, figura paradójicamente entre las ciudades latinoamericanas más alejadas de las recomendaciones de la OMS. Y aunque no hay datos oficiales dignos de confianza, algunos cálculos aproximativos indican que no llegamos ni a la tercera parte de los niveles mínimos recomendados, a lo que se suma el hecho de que las pocas áreas verdes existentes están muy mal distribuidas, de modo que hay zonas, como los distritos de las zonas sud y sudeste de la ciudad, donde el promedio de áreas verdes por persona no llega ni a un metro.
Los datos, por demás elocuentes, indican que no hay nada que justifique la negligencia con que los cochabambinos afrontamos nuestro futuro ambiental. Más aún si las medidas necesarias para detener el deterioro, primero, y revertirlo después, están ya plenamente identificadas. Preservar y reforestar la ladera sur del Parque Nacional Tunari es una de ellas. Y consolidar parques urbanos en las pocas áreas todavía disponibles para tal fin es la otra. Es tan perentorio el desafío, que no hay excusa que valga para eludirlo.