Adiós Neverland
El polémico camino de este filme comenzó este año en el Festival de Sundance. Polémico, porque aborda capítulos escalofriantes de la vida de un “rey” fallecido en 2009, a los 50 años, por una sobredosis de medicamentos. Un Peter Pan de carne y hueso que vivía en una inmensa mansión, rodeado de niños y luces fluorescentes de paraísos donde el tiempo parecería haberse detenido. La familia del fallecido demanda a la cadena HBO por la emisión del desgarrador testimonio de Wade Robson y James Safechuck, dos adultos que afirman que en la niñez fueron víctimas de actos sexuales indebidos por parte del “rey”. Un “rey” que tuvo una infancia asediada por el éxito y la crianza de un padre tirano, alcohólico y violento.
Este supuesto abusador es Michael Jackson, el Peter Pan de Neverland, el denominado “rey del pop”, una superestrella amada hasta casi el paroxismo por sus millones de fans en todo el mundo.
Ante la difusión mundial de este documental dirigido por Dan Reed, radios de Australia y Canadá han prohibido la difusión de canciones de Jackson y también la serie “Los Simpsons” retiró de la circulación un episodio cuyo doblaje tenía la voz del cantante.
No es la primera vez que Jackson es denunciado, lo fue en el pasado y gracias a los entretelones legales pudo librarse de la cárcel. Sin embargo, este reflote del tema tiene su antecedente en las acciones iniciadas con el movimiento #MeToo, donde actrices famosas denunciaron casos de abuso, implicando a celebridades como Woody Allen o Harvey Weinstein. Un movimiento que permite, sin duda, dar voz a quienes han vivido el infierno del acoso, el abuso sexual y lo peor el silencio.
Es muy difícil acusar a un muerto. Las declaraciones de ambos son vistas con más de una inconsistencia, sin embargo, hay elementos innegables en todo este escándalo, ¿no hay algo definitivamente escabroso en que las familias de Wade y James, hayan permitido que sus niños compartieran la cama con Jackson por más famoso que fuera? Se especula que Neverland contaba con un sistema de campanas en el pasillo para anunciar la llegada de un visitante y con varias puertas de por medio con el objetivo de ganar tiempo en caso de emergencia. Si este detalle y los otros fueran ciertos, ¿estos entornos familiares no tenían alguna sombra de duda cuando eran relegados a las habitaciones conjuntas o alejadas del rey? En todo caso la pregunta ronda inevitablemente: ¿Cómo dejaste que tu hijo de siete años se quedara a dormir con un hombre de 34?
La verdad no podrá salir a flote tan fácilmente, no sabremos realmente qué sucedía en los cuartos de esa mansión extravagante y de mal gusto, la verdadera discusión –y sobre lo que sí se debe reflexionar con sumo cuidado– es qué estamos haciendo para salvaguardar a los niños de un sistema violento o cómo nuestros niños deben vivir el día a día acechados no por gente desconocida, sino por aquella que es cercana, que se gana nuestros afectos y que realmente puede vulnerar para siempre el sagrado territorio de la inocencia.
La autora es escritora
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