Transfobia, el verdadero subdesarrollo
Una cruceña transexual de 24 años fue golpeada y apuñalada en El Alto y murió desangrada antes de llegar al hospital Holandés de esa urbe. Ese crimen pone en mayor evidencia el odio latente y patente que existe en Bolivia, hacia una población que a diario sufre los embates de la violencia, intolerancia y discriminación, y que, pese a la formación de grupos que luchan por reivindicar sus derechos, constantemente se halla desvalida y expuesta a los peores prejuicios y actos de discriminación.
Ni las instancias del Estado, ni las instituciones religiosas ni otras de la sociedad civil —muy al margen de las preferencias sexuales o aceptaciones— refuerzan que el valor humano es inobjetable e invalorable.
No existen campañas de sensibilización ni programas a mediano o largo plazo que apunten a internalizar en las mentalidades bolivianas los derechos que franquean a todo individuo la facultad de ser diferente y ejercer en paz su diferencia.
“Todo los bolivianos son iguales ante la ley”, proclama la legislación que obliga a exhibir ese enunciado en los lugares públicos. Pero esa igualdad parece limitarse a ciertos conglomerados. Sin embargo, la esencia del espíritu de la Ley contra la discriminación, que refleja los derechos individuales garantizados por la Constitución Política del Estado, parece estar ausente del imaginario colectivo y del depósito ético moral individual.
Ese espíritu esencial e indispensable se sintetiza en la idea de que la igualdad primordial, de todos y cada uno de los bolivianos, es nuestro derecho inalienable a ser diferentes, y a ejercer nuestra diferencia, ese atributo tiene como contraparte el respeto del mismo derecho en el otro, en aquel que es diferente a uno mismo.
El derecho de cada uno termina donde comienza el del otro. Esa frontera que separa a ambos será difusa y movible mientras no esté marcada por la tolerancia y el respeto mutuo. Es decir, mientras nuestro humanismo permanezca en el subdesarrollo.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de NORMAN CHINCHILLA