¡Oh Cochabamba, ciudad hollín!
Se dice que es la ciudad jardín, ciudad en el corazón del cielo más puro de América. Dicen y dicen, así son los mitos, tienen una base claramente destinada a mantener el statu quo mental de los llajtamasis y claro, también sirve para regalar espejismos a algunos incautos turistas, con la idea de que esta es una de las ciudades más lindas, no solo del país, sino de las tres Américas. La mitología sobre este valle sigue vigente y así día a día deambulamos por un entorno donde la calidad del aire es similar al de localidades contaminadas de China y la India, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre contaminación atmosférica.
También, ante la desidia generalizada, se organizan megaeventos deportivos, suman las denuncias de corrupción y claro, se siguen talando árboles. Una de las últimas auditorías sobre la calidad del aire en la ciudad informa que en la región metropolitana la contaminación atmosférica ha rebasado los límites permisibles y representa un riesgo para la salud. Interesante, esto significa que vivimos en una Cochabamba donde corremos un serio peligro a diario, concluyamos que esto tiene muy poca relación con el famoso “Sumaq Kamaña”.
¿Cuáles son los mayores contaminantes? El parque automotor, las ladrilleras, yeseras y caleras. Así que si decide los fines de semana darse un paseo por Quillacollo o Vinto, yo que usted me lo pensaría bien. Mejor quedarse en casa.
Y si decide pernoctar por la ciudad, visitar alguna plaza con la familia, también piénselo, la Red de Monitoreo de la Calidad del Aire (MoniCa) informa que, por ejemplo, la Plaza Colón tiene concentraciones de dióxido de nitrógeno que superan el estándar de calidad del aire de la OMS para este gas. Para los que no viven en la zona hay manera de evitar respirar esos aires tóxicos, pero ¿qué pasa con la gente que vive y trabaja en el área?
Linda ciudad en la que nos tocó vivir. Todavía me pregunto si debería correr a comprarme un paquete de barbijos, dicen que hay modelitos muy de temporada con dibujos y texturas de lo más interesantes. O quizá queda esperar que la maquinaria del pan y circo que cada tanto marea o distrae el foco de dónde realmente se debiera trabajar, vuelva a deslumbrarnos con su maquinaria de olvidos. Quizá y quién sabe, podamos postular para ser la ciudad sede del siguiente mundial, total, si aquí dinero es lo que sobra.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO