Cuando la mano invisible complementa al Estado
Estatismo versus neoliberalismo o en su versión más genérica Estado versus mercado, tal vez ésta sea la dicotomía más antigua y conocida en el debate económico.
En el ideario nacional predomina la idea de que el mejor asignador de los recursos escasos de una economía es el Estado que planificando, regulando y produciendo bienes y servicios defiende, de mejor manera, el interés público y ayuda a distribuir la riqueza entre la gente. Del otro lado del espectro ideológico están los que defienden que el mercado, a través del movimiento de los precios, es el mecanismo descentralizado capaz de generar fortuna y distribuirla de manera eficiente. Aquí el gran protagonista es el sector privado. Se han gastado ríos de tinta para justificar y validar, en diferentes contextos y momentos de la historia, estas dos visiones de la economía. También es archiconocida la idea de que países como Bolivia son víctimas de un péndulo. En ciertos momentos de su historia, defienden, con pasión desenfrenada, las virtudes del mercado; en cuanto en otras ocasiones se venera, con igual ímpetu, al Estado. Es sorprendente como es repetitivo el debate que contrapone Estado y mercado a nivel político, en cuanto en la experiencia exitosa del desarrollo económico, social y medioambientalmente responsable en el mundo, uno encuentra ambas instituciones complementándose de manera compleja pero también virtuosa.
En realidad, como toda creación humana, ambas formas de asignar riqueza son imperfectas, los mecanismo de mercado y las acciones del Estado tienen muchas fallas. En el primer caso son muy conocidos los problemas que se presentan cuando aparecen los monopolios que colocan precios abusivos y de esta manera, restan bienestar a la gente, capturan el excedente del consumidor diríamos de manera más técnica. También existen ciertas actividades que no pasan por el mercado beneficiando o perjudicando a un tercero, sin que la pérdida/beneficio se contabilice, estas son las famosas externalidades negativas o positivas. Otra falla conocida del mercado son las asimetrías de información, cuando el consumidor o vendedor tiene una ventaja informativa lo que enceguece al mercado; tenemos así mismo, las fallas de coordinación entre privados que lleva a desequilibrios entre empresas y a otros problemas macroeconómicos como la inflación o recesión. Para corregir todos estos problemas el Estado debe promover la competencia, regular, fiscalizar, supervisar, incentivar e inclusive intervenir produciendo algún bien o servicios.
La pregunta clave es: ¿Puede el Estado corregir las fallas de mercado? Depende de las situaciones. En la práctica, el Estado también presenta graves fallas. 1) El aparato estatal tiene serios problemas para conocer la demanda de los ciudadanos, y/o empresas. ¿Cómo conoce, agrega, prioriza y ofrece lo que la población quiere? ¿Cómo interpreta el bien común? Elecciones, consultas, mecanismo de participación, referéndums son algunas de las formas imperfectas de recoger demanda social, en este contexto, sus decisiones siempre serán incompletas. ¿O es que el líder o papá de la nación siempre sabe lo que quiere el pueblo? 2) Otro problema es que el Estado puede estar capturado por intereses burocrático/políticos o por grupos de interés que sólo tendrán el objetivo de conseguir las rentas que se generan dentro del Gobierno, uno de los males más conocidos es la corrupción. A nombre del pueblo le meten la cuchara al dulce. 3) El Estado puede ser muy ineficiente porque no puede evaluar costos y beneficios y se mueve por una lógica de mantención y acumulación de poder. En el plano económico el Estado puede equivocarse por acción y omisión. ¿Cómo se corrigen estas fallas? Pues, con democracia, transparencia, construcción de institucionalidad, supervisión, descentralización de las decisiones, sistemas de peso y contra pesos, excelente capital humano, carreras administrativas y otros mecanismos. Ni el mercado ni Estado se crean solos, tampoco se autorregulan o estabilizan, menos aún se autolegitiman.
Siguiendo a Dani Rodrik se puede afirmar que para el mercado o Estado funcionen, depende de reglas de juego formales (legislación) e informales (usos y costumbres), de arreglos institucionales. Para un mejor funcionamiento del mercado se requiere garantizar derechos de propiedad públicos, privados, colectivos, y hacer cumplir los contratos es decir, instituciones creadoras de mercados. También son fundamentales las instituciones reguladoras de los mercados. Con frecuencia los mercados se desequilibran generando pérdida de empleo e inflación, para ello se requiere instituciones estabilizadoras de estos, piensen por ejemplo en las política fiscales y monetarias. Finalmente, los mercados pueden ser eficientes pero injustos, para ello requieren de instituciones que los legitimen, a saber: políticas redistributivas y tanto políticas de seguridad como de asistencia social.
Entre las reglas de juego (instituciones) que crean, regulan, estabilizan y legitiman la acción del Estado en la economía están aquellas que acercan a la gente del aparato estatal, promueven participación de los ciudadanos en las decisiones, preferentemente a nivel local, impulsan la división e independencia de poderes, promueven la industrialización diversificadora de la producción, y la buena provisión de servicios, la calidad de la educación pública, apoyan la meritocracia técnica y política en el sector público.
En suma, la mano invisible de Adam Smith tiene sus problemas pero puede ser corregida por el caminar del Estado, ambas son instituciones complementarias y perfectibles. Salir de la falsa dicotomía público versus privado es un primer paso para construir un nuevo modelo de desarrollo económico y con sostenibilidad medio ambiental.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.