El yugo del entretenimiento
Como otras cosas, debe ser culpa de Walt Disney. Nos hemos dejado engañar y, junto con el cuento del príncipe azul, nos hemos creído el de que lo más importante es el entretenimiento. Un poco irónico ¿no? Tanto discurso de descolonización y antiimperialismo y nos venimos a contagiar, copiar y adoptar precisamente de los males el peor, la cultura aplastante del entretenimiento por encima de todo.
La tele. Nada fuera la avalancha de reality shows propios y ajenos que nos acosan con varios acentos en la televisión: unos cantan y otros bailan por un sueño, para vendernos muchas cosas y también el sueño de que la vida es cantar y bailar (y darse un besito dice la cueca) y hasta los programas para niños están llenos de lentejuelas, luces y flashes. Los noticieros tienen sección de “misceláneas” y me pregunto si tienen miedo de seguir perdiendo audiencia si es que se limitaran a dar las noticias, como debería ser. Y las telenovelas, aunque son tradición, van a quedar para otra ocasión porque no acabamos.
El periódico. Dependiendo de cuál se trate, no ha caído todavía totalmente en las garras del entretenimiento, pero ¿cuántas personas compran y leen el periódico diariamente?
Las redes sociales. En general les tengo algo de aversión porque veo que en la era de la hipercomunicación lo que elegimos comunicar es bastante poco. El rencor más grande que les tengo a las redes y la epidemia de hiperconectividad en la actualidad es la proliferación de la “selfie”. En la actualidad se calcula que, por lo bajo, en el mundo se sacan y suben a las redes más de un millón de selfies por día.
Las redes sociales entretienen con selfies propias y las de los demás, porque con -ironía muy fina- uno de los efectos de las redes sociales es la absorción y el ensimismamiento en uno mismo. Los monumentos históricos, los paisajes, los personajes, las celebraciones, los familiares y amigos y hasta la Mona Lisa son simplemente el fondo de la selfie. Los amigos en las redes son más público que amigos o relaciones sociales. Kim Kardashian tiene 58 millones de seguidores en Instagram y 39,2 millones de seguidores en Twitter, este periódico casi 84 mil.
¿Esto también es entretenimiento? Claro. La idea del entretenimiento es que uno se desconecte del mundo cotidiano del trabajo, las obligaciones, las preocupaciones y se distraiga o se “entretenga” con otra cosa. Perfectamente legítimo. Los movimientos laborales han luchado décadas por reducir la jornada laboral y lograr el reconocimiento del valor del tiempo libre y el ocio. Pero como todo lo que es bueno se puede empeorar, hemos llevado el asunto al otro extremo y ahora sobre todo en las generaciones jóvenes hay una sobrevaloración del entretenimiento y una subvaloración de lo demás.
En su lado positivo, las redes sociales ofrecen a los interesados la oportunidad de involucrarse en grupos y activismo virtual en temas e intereses que de otra manera probablemente no encontrarían. El Internet es un tesoro de circulación de información y de traspaso de conocimiento al que de otra manera tendríamos un acceso muy limitado pero que pocos aprovechan.
En suma, que encandilados por nuestras selfies y las otras mil caras del entretenimiento, literalmente conquistados por cuentas y espejitos, nos ausentamos cada vez más del mundo cotidiano y retrasamos, por ejemplo, nuestro ejercicio ciudadano de votar debidamente informados y de compartir con el conciudadano la responsabilidad de tomar las decisiones importantes.
La autora es socióloga, Ph.D. en Ciencia Política y coordinadora de Investigación Social en Ciudadanía.