Carnaval cochabambino conecta el baile, la música, el dulce y la comida
Mientras los sabores tradicionales del Carnaval encantan el paladar, el baile y la música van inundando las calles y plazas de la ciudad, convirtiendo cada rincón en un escenario de expresión cultural. Pero ¿qué hace única a esta celebración? Los Tiempos busca explorar las tradiciones que permanecen inalterables, aquéllas que se han desvanecido y los nuevos matices que enriquecen esta festividad.
Aunque no existe una fecha establecida de su origen, probablemente la festividad está presente desde el siglo XIV, según ensayos, libros, fotografías, reportajes y análisis resguardados en la Biblioteca Municipal de Cercado, indicó la responsable de Archivo Histórico, Patricia Vargas.
Esta época marcaba el fin de la temporada de lluvias y el comienzo de la cosecha, por lo que abundaban los productos como el maíz y el afloramiento de los pastizales, señaló el gestor cultural y exdirector de Cultura Uvaldo Romero. Entonces, los indígenas agradecían a la Pachamama con ch’allas y danzas, añadió el periodista cultural Hugo Gumiel.
Pero, con la llegada de los conquistadores españoles, se experimentó una transformación. Según relató el historiador Gustavo Rodríguez Ostria, la fiesta —celebrada en Europa justo antes de iniciarse la cuaresma como un “tiempo pagano para el desenfreno”— se vivía de diferente manera en la ciudad, separando a la clase alta en salones y a la popular en las calles. A pesar de esta influencia, se logró conservar el núcleo de la identidad festiva.
Desde la producción carnavalera del cono sur hasta las comparsas del valle alto, cada región aporta su propia esencia, subrayó Romero. En el trópico, por ejemplo, la influencia migratoria enriqueció las coplas, mientras que en el valle bajo, el puchero es el símbolo culinario. “En cada rincón, el Carnaval se vive de una manera única”, dijo.
“Ahora cantaremos, ahora bailaremos, porque en carnavales, coplas nos diremos”, dice la introducción de una copla de la serie de Taquipayanaku 2024 de Juan Clavijo. Esta música, con sus letras jocosas —en quechua y castellano— y melodías contagiosas, es fundamental en las fiestas.
Tampoco falta el manjar que se elabora en municipios como Punata, Quillacollo y Cliza: los confites. “Cada año buscamos añadir novedades para endulzar aún más el Carnaval”, dijo Vilma Rocha, quien comercializa los dulces en la calle Lanza. Las bandas también son “una parte esencial de nuestras celebraciones”, comentó Wilfredo Mamani, director de la banda municipal de Cercado.
El juego con agua acompañaba el Carnaval, pero ahora se prohíbe el derroche del líquido. Años atrás se realizaba “el mojazón con los cascarones de huevo”, recordó Vargas. También la gente se divertía con harina y globos, agregó Gumiel.
La llegada de la tecnología transformó la celebración, pero “también ofrece una plataforma para preservar y promover nuestras tradiciones”, remarcó Romero. A través de la enseñanza a las nuevas generaciones y las plataformas digitales, Cochabamba se esfuerza por mantener vivo el espíritu del Carnaval más largo del país.
Desde coplas virales hasta covers variados
REDACCIóN CENTRAL
Durante el Carnaval, las coplas toman protagonismo. Richard Pérez, el presentador de Tropicaliente, un programa con más de 20 años de trayectoria en la música, mencionó que, gracias a las redes sociales, grupos como el dúo Jilakatas de Quillacollo se virilizaron este año abordando temas sociales y políticos como el trabajo policial, “el salto del tigre” y la ruptura interna del MAS.
También se realizaron nuevos lanzamientos como las “Chila Coplas 2024” y las carnestolendas del grupo María Juana, “tradicionales para compartir en estas fechas”, señaló.
Por otro lado, el carnaval cochabambino se engalana con éxitos de artistas y grupos como Frontera y Euphoria, que marcaron el ritmo del pasado año. Este 2024, covers del tema “Escándalo” (Raphael) son los primeros destacados en el departamento, añadió.
Comparsas y corsos
Las comparsas y pandillas conformadas por familias, vecinos y grupos de amigos llenan de vida las comunidades, al igual que los corsos en municipios, añadió el gestor cultural Uvaldo Romero. Algunos se aventuran al arte del contrapunteo del takipayanaku, entre risas, ch’allas y bailes, con versos escritos o improvisados al ritmo del acordeón y la concertina.