Manfred: “En EEUU tenía casa, autos y avión privado, pero sentí un vacío y volví"
El concejal Manfred Reyes Villa Avilés, hijo del alcalde de Cochabamba, contó que estudió en EEUU, donde llegó a tenerlo todo y cuando le iba de lo mejor, decidió volver al país para ingresar en la arena política en la que hoy dice sentirse feliz, según una entrevista publicada hoy domingo por Página Siete.
De los cinco hijos vivos del alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa Avilés es el único que decidió meterse en el mundo de la política y seguir los pasos de su padre. Y ese paso estuvo precedido por una crisis existencial en EEUU. “Lo tenía todo. Tenía una vida extravagante. Un día sentí que me falta algo. Fue entonces que tomé la decisión de venirme a Bolivia”, afirma.
Y en Estados Unidos lo tenía todo. Trabajo bien remunerado. Hasta un avión privado. En un mes ganaba –dice– lo que aquí ganará en seis años como concejal de Cochabamba. Pero el dinero y tenerlo todo ya no le daba sentido a su vida y en un viaje que hizo a México tomó la decisión irrevocable de volver a Cochabamba, donde ahora está establecido con su esposa, una cochabambina a la que conoció en Nueva York.
Nacido en 1988, desde que tiene uso de razón su padre era autoridad. Él tenía cinco años cuando Manfred Reyes Villa se hizo burgomaestre de la capital valluna. Vio a su progenitor como autoridad siempre hasta que se fue a Estados Unidos.
Recuerda que desde que era pequeño acompañaba a su padre a los actos públicos y también viajaba con él a las provincias. Lo escuchaba hablar, dar discursos. Andaba de un lugar a otro con él. Quizá fue este trajín tempranero de la mano de su padre lo que hizo que germinara en él la semilla de la política.
Es el único hijo político de los cinco hermanos. Y cuando se le pregunta si su próximo paso será postularse a alcalde de Cochabamba, evade la respuesta con una risa. Y los sinsabores que ya comienza a vivir –desde adentro– en el universo de la política, no le hace mella al objetivo que se planteó cuando emprendió el regreso a su tierra: trabajar por el “sueño boliviano”, un concepto acuñado por él que en esencia significa valorar y dar oportunidades a la gente por su capacidad y jamás por su color político, condición social o ideología.
¿El haber crecido en un entorno político ha sido determinante para que le guste la política?
Cuando me fui a vivir a Estados Unidos mi padre nunca dejó de trabajar por Cochabamba. Él siempre fue político y un ejemplo a seguir. Siempre lo he visto trabajar y entregar toda su vida, todo su tiempo, a la política, incluso le daba más atención que a su familia: vivía, dormía y despertaba política.
Pero habrá visto que la política es, a veces, muy dura.
Sí, y una de las consecuencias fue el exilio. Fue difícil estar en EEUU en esa condición. Mi padre estuvo exiliado por temas políticos. Fue difícil no poder retornar a mi país, no poder ver a la gente que quiero, comer la comida que me encanta, estar con mi familia, no poder ver a mi abuela los últimos años de su vida, no poderla llevar a EEUU para que la atiendan, porque el exdictador no permitía que mi abuela salga del país. Fue difícil ver a mi padre sufrir porque no podía ver a su madre.
¿En qué trabajaba en EEUU?
Después de estudiar en la universidad número uno en Ingeniería Aeroespacial (Florida), viví en Seatle, donde trabajé para Boeing, luego trabajé para Dassault Falcon Jet (una empresa que hacía jets privados), después trabajé en una empresa que hacía motores para aviones comerciales. En Nueva York trabajé en la oficina principal de ventas para Latinoamérica. Yo ganaba una comisión por cada avión que vendía. Viajé a todo el mundo y conocí a las personas más ricas del mundo.
Tenía una vida extravagante, y en uno de mis viajes me dije: “Lo tengo todo y ya no hay más que no pueda alcanzar económicamente, pero me falta algo”. Fue entonces, en un viaje a México, que tomé la decisión de venirme a Bolivia.
¿Cuánto ganaba en EEUU?
Todo dependía de cuántos aviones vendía. Lo que allá ganaba en un mes vendiendo sólo un avión al mes, acá como concejal voy a ganar en seis años. En promedio al año vendía entre 10 y 15 aviones y cada avión costaba entre 30 y 60 millones de dólares. Las comisiones iban de 75.000 hasta 180 mil dólares por avión. Si vendía múltiples aviones me aumentaban 50.000 dólares por avión extra.
Pero llegó un punto en que el dinero pasó a un segundo plano. Ya no trabajaba por dinero, sino porque me gustaba lo que hacía. Nunca me fijaba mi cuenta, sólo hacía lo que quería hacer. Incluso me dediqué a hacer stocks y empecé a ganar mucho más dinero. Me metí en criptomonedas y continúo haciendo eso.
Yo no estoy acá por dinero, a diferencia de muchos que buscan la política por dinero y poder. Dinero y poder ya lo tuve y si hubiera querido seguir teniéndolos, me hubiera quedado en EEUU. Yo retorné porque realmente quiero ayudar a mi gente, a mi padre, quiero trabajar por un proyecto más grande porque en Bolivia hay todo: hay talento, hay gente trabajadora, hay riqueza, pero a muchos bolivianos no se les da la oportunidad.
¿Qué quiere hacer y cómo lo va a lograr?
Realmente he venido aquí para ayudar a la gente joven. Yo creo que hay mucha gente en Bolivia que se esfuerza, que es buen alumno, buen profesional, pero que no tiene oportunidad. Entonces yo vi que tenía la posibilidad de ayudar a esa gente. Me gustaría crear el “sueño boliviano”. El sueño americano te permite esforzarte sin importar quién eres o de dónde vienes. Si te esfuerzas, estudias y trabajas, te tiene que ir muy bien. Lamentablemente no son las mismas condiciones aquí en Bolivia. Aquí puedes ser el mejor en todo, pero no se te abren las puertas. Eso hay que cambiar. Entonces, tengo el sueño de crear el “sueño boliviano”. Estoy en busca de eso. Por eso estoy acá.